Y entender que en la nostalgia y en la locura, en todas las
políticas extrañas de la mente, hay algo más allá que no contempla. Que todas
las palabras se deshagan, que todos los besos que se dieron no sirvieran, que
el amor es una daga transparente que se hundía firme sobre el pecho. Que hay
mil voces y ninguna es la correcta. Que no entiendo las mentiras que me
imparto, que hay más llanto entre mis manos que en su soledad. Que hay más
tristeza en todas las compañías azules con las que me protejo que en su habitación
oscura y silenciosa. Sus fantasmas son
más limpios que mis muertos. Te he echado de menos, corazón, que parecías no
latir ni por los nervios de una pérdida. Te echaba tanto de menos, corazón.
Hablar con el cerebro era tan lento…Y llevo buscando diez minutos la canción
que me ponía por las tardes cuando lamía la tristeza de debernos otro mes,
otras horas, otros años con olor a futuro;
pero nada. Ya no se si nos salvó la levedad o fue aquel peso. Vuelvo a
casa, huelo a sexo. Vuelvo a casa, me repito que esta es la última vez que dejo
que las sombras me hieran más que los versos.
Fue felicidad, así que es. Vuelvo a casa otra vez, otra vez,
otra vez. Revuelvo a ti. Revuelvo a mi. Entiendo al fin, al fin me entiendo.
Tú.
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