La mediocridad, el vacío, las libélulas azules los días de lluvia. Las naranjas podridas, el fracaso, los sueños enfermos, la vanidad y la evidencia. Aquí yace el miedo transformado en rabia, en ira, en verso y algo más.
lunes, 17 de febrero de 2014
HERO Y LEANDRO
DE LEANDRO Y LA ANGUSTIA
Del fuego de tu mano
al fuego de tus ojos en la noche:
nado.
Oscura misión la de buscarte
en las mareas enfermas de mis días.
Abro los párpados,
alzo la muerte entre la luna dudosa
y la espera de tu abrazo;
y nado.
Nado el Helesponto
como nada un áspero silencio
que desea romperse en tus gemidos.
Vivo atado a una mirada
al otro lado de las olas,
a tu candil sediento y blanco
que es terrible obsesión de mis orillas.
Esta noche recé mis oraciones,
triste Hero.
Hay tormenta, y escribo por que temo.
Te amo,
y remo
desde el miedo de no verte
hasta los labios puros del encuentro.
Me aterra este viaje medido
en la impaciencia de tocar
o no tocarnos.
No pienses, Hero, que no acabo.
Mis brazos han nacido para oírte,
pero esta noche el mar,
esta noche que no veo el faro
de tus ojos;
trago arena en soledad
con tu recuerdo.
Se que tu luz
está esperando un sueño.
Se que volveremos a abrazarnos
en la sal y el sudor de lo perenne.
Enciéndete tan turbia como siempre,
no dejes de vibrar
hasta el último rayo de sol
de lo único posible.
No me condenes, Hero,
a deshacerme.
Akata.
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Volvió a ocurrir al revés, la lumbre de Leandro se apagó entre las aguas que los separaban y fue Hero a arrojarse de la torre, nadando hacia su encuentro.
ResponderEliminarEl faro de tus ojos, el faro de tus ojos, el faro de tus ojos. No había pensado en la lumbre como la luz de la mirada de Hero. Significa tantísimo así, significa tanto ahora el mar, la torre que espera, la promesa rítmica y la batalla cada noche.
Cada amanecer de la noche puede ser una tormenta contra una lumbre, pero también es Hero esperando. Hero saltando si no estás y amándote cuando llegas.
Todo es mar si no es Hero, porque "Mis brazos han nacido para oírte" y sin adentrar la torre, la pureza, la risa dorada, la cueva cálida de tus sabores, la ola alada de saberte cerca, la llamarada irisada del deseo en sincronía, las lágrimas de tu sexo, el aliento fértil de tu temperatura y el velo aural puro del amor en todo, sin todo eso..., mis brazos han muerto sordos en mares fríos.
Sin todo eso, peso más que el agua que destierro y el mar me aplasta hacia sus entrañas.
Este es el poema que más amo aquí.