Tu nombre tiene luz, y en la tristeza que te inyecta mi voz desastrosa
hay una aurora que se marcha con mis ganas de besarte una vez más.
Ahora sí vamos a ser el sueño, y dormiremos, ¿Quién sabe? ¿veinte años?
Y seguro nadie nos esperará despiertos cuando el golpe de la puerta huela
a alcohol y peces de colores.
Les contaré a los diablos que me han visto- mientras no vamos al cine,
y no comemos en las cutres pizzerías, y no me toca tu cuerpo como anoche mismo
me tocaba en relajado amor- que yo fui hija de algún dios
que quiso ser el que diera el sol a todas las letras que te nombran.
Y no.
Se me murió el futuro,
el que tiene vetas azules para alimentar al necio
que cantaba Silvio.
Y no.
Con él, la resaca perezosa que arrastro desde que te agachaste
junto a todas estas ganas de salir corriendo.
Y no.
372 días de caricias,
y una soledad
que a veces me recuerda
que estábamos hechos para desaparecer.
Diana Forte.
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