"En un océano negro
el azul de tu silencio."
El bar bajó la luz y la guitarra
silenció el oxígeno. Muerdo sonaba en el angosto crujir de madera.
Mis ojos rozando el frío murciano de la segunda semana de Marzo. El
chico hablaba del amor a una ciudad, de la raíz. Yo observaba mis
raices tras el cristal y la música. Entonces me acordé de ti. No se
porqué, debieron ser aquellos ojos redondos de avispa, aquella
sonrisa inocente que siempre escondía algo más. Debió ser la
palabra revolución en todos los acordes. Que sé yo. Ya poco se y
menos se si más recuerdo. Pero me acordé de ti y pensé, que aquel
cantante y tú debíais tener cierto parentesco, porque los dos
traías la utopía a mi humilde y devastado huerto. Pensé en mis
dieciocho, en ese septiembre, en ese octubre, en esos días
fantásticos de cine y libros, de ilusión efímera, de sexo nimio.
Me acordé de nuestra incursión al monte, de todas las palabras que
dijimos. Del BUM universitario en que colgaste y yo besé otros
labios queriendo los tuyos. La adolescencia es una pastilla
efervescente. Recuerdo que el tiempo pasó y tu desandaste, con de
vez en cuando algún que otro paso cruzado hasta mi orilla.
Los emails, las sonrisas, el azul del
tiempo. Y de nuevo tu playa que ahora desvirtúo con otros gestos.
Fuiste el primero al que recé Superskunk, y ese beso de luz de luna
en un acantilado. Repetías constantemente: tenemos algo, ¡tenemos
algo! Y una flor podrida escarmenaba en mi centro. Ya eran veinte
primaveras o viente octubres, dos sin tu Gioconda. Amaba a otro
hombre y tu al oído me arrancabas la noche y me lamías los meses
para sacarlos a flote.
Segundas partes nunca fueron buenas. En
este café con Cuba ardiendo entiendo todo. Menos mal que malfollamos
aquel día. El Sur nunca más será para nosotros.
Aprecié ese antro y no por tu
compañía, más fuiste tu quien me mostró los astros oscuros de un
burdel de Vodka y Gin. Nunca te quise después. Por eso te arañé
las costras, para que no volvieras a intentar quitártelas más
evocando mi nombre.
Muerdo desgarró un acorde y fue
entonces: Te olvidé. Y sólo en otros amigos, en otros veranos me
encuentro tus ojos. O en este extraño Marzo donde hay falsos fosos
planto árboles frondosos para que te marches. Y sin embargo, mi
infancia aun toma cuerpo en mi cuerpo gastado, y vuelvo al tejado
donde te escribí mil poemas, mil fallos. Donde supe que siempre
vestirías de azul.
Escribiendo un blues con efecto retardado.
Akata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario