¿Y QUÉ SI SOY POETA?
No se si soy poeta, pero de seguro hay
poesía en todo lo que hago. Intento a veces alejarme de ella porque
me hace daño, pero se resisten mis articulaciones y cuando hablo,
todos los versos brotan de mis palmas
como si fuesen pájaros.
Llamarme a mi misma, que ya tengo
nombre, un nombre cualquiera, poeta, es decir que el aire en
ocasiones se doblega a mis espasmos, es decir demasiado.
Que el vino en mi lengua crea hondas de
brea y escupen tinta a borbotones.
Soy poeta en tanto que unos ojos me
acaricien,
o un latido se atragante.
Soy poeta pero no soy nadie.
No soy nadie.
Arde- lo siento- irrefrenable cada
imagen en mi retina al borde del derrumbe.
Berlín en todas estas ruinas.
Y pienso en rimas cuando camino por las
calles,
o cuando llueve.
Entonces, pienso en la lluvia como
alfileres de indómita musa
golpeándome tan fuerte.
Tan fuerte.
No soy poeta, ¿y qué si lo fuera?
Si lo fuera el sol quizá,
en ocasiones de rodillas me pediría
nanas tibias
para aliviar sus noches.
Narrarle El principíto para sentir
calor, que yo se que está muy frío aunque ande en llamas.
Y si fuese poeta, tal vez en los bares
alguien dejase de gemir
y brindar por la muerte.
“Arréglate un poco, ¿quieres? , hoy
vamos a huir como se merece.”
Otra birra, y otra y otra.
Hasta ausentarse.
Y que no duelan las palabras, que no
duelan ya nunca, pues el poeta agarra,
el poeta asume que es un constructor,
un bruto destructor de metales.
Un arquitecto desautomatizador.
Alcanzo en sueños a delirar poemas que
nunca escribo,
como espirales dentro del Tipi.
Y en todos los pasos una frase acude a
mis dientes de lobo.
Me regalo momentos para poder
aniquilarlos,
¿No es eso hacer poesía?
Si yo duermo,
¿no duerme acaso el mundo tan sólo un
instante?
Si fuese poeta lo sabría,
porque todos los poetas pueden parar el
tiempo.
Hacen con él un gran nudo y lo
sacuden a su antojo.
Asumen inmortalidad.
Son como dioses.
Dan forma a los gránulos que llamamos
presente,
incluso los cambian para que el resto de mortales podamos
encontrarnos en ellos.
Son magos deformes.
Mi tacto habla dialectos que
desconozco.
Lo juro.
Eso si que se que es cierto.
Poso los dedos en las paredes y en los
grandes espejos que me devuelven al monstruo
y hablo idiomas extraños.
¿Saldrán de dónde nadie ha estado?
Palpo prosa en los gorjeos de la señora
en el autobús,
y a veces intento imaginar como serían
los besos de un hombre sin nombre.
En los semáforos exijo vidas a los que
se cruzan conmigo.
Marco sus pasos,
les hago reyes
o importantes juglares
de su existencia.
¿Y qué si soy poeta?
Hay cosas muchísimo peores.
¿Verdad?
Akata.
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