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In (abeja) mó
vi
l(en) es
tás (l
a) tú (s
ola)
dor (rosa) mida.
E. E Cummings
ahora (amor) todos los dedos de este árbol tienen
manos, y todas las manos tienen gente; y
cada persona está (mi amor) más viva
de lo que podrían entender todos los mundos
y ahora eres y soy ahora y somos
un misterio que nunca más volverá a suceder,
un milagro que nunca antes había sucedido—
y este brillante ahora debe volverse entonces
nuestro entonces será alguna oscuridad en la que no
tengan manos los dedos; y no te tenga
yo a ti: y todos los árboles sean (cualquiera más
sin hojas que cada uno) su parasiempre nieve
silenciosa
—pero nunca tengas miedo (mía, hermosa,
en flor) porque el entonces es también un hasta
E.E. Cummings
TOSTADAS FRÍAS
Porque nunca me invitas a un baile,
y yo en lo oscuro del cuarto
creo espirales con los dedos
para fingir que,
llegado el momento,
seré
el cisne negro
que prometí que besarías.
Porque nunca cocinas en mis ojos
los huevos del desayuno
con su rica línea de caricias, con su lengua suave
sobre el hombro;
y yo, en las sartenes
dibujo venas turbias con el aceite de mis lágrimas
para tus huesos fuertes,
para que
cuando decidas que el hambre te persigue,
puedas abarcar
también
mis soledades.
Porque nunca - ¿O sí, la lluvia?- caminamos en la noche
cuando las flores blancas se despiertan
y el olor a verano
moja el lomo
de todas nuestras palabras
con vísperas calientes.
Y yo,
que camino kilómetros,
ríos,
ando rocas enormes de locura
sola
para encontrar el modo
de llegar hasta el camino
para quedarme-donde sea que tu mano-
como un aguijón
tome la mía;
Bailo
en la risa
y como huevos
en el suelo de la mesa
y lluevo junto a ti
los versos que crean
los silencios.
Y así, ocurren
al fin
las cosas que nunca sucedieron.
Akata
TOSTADAS FRÍAS
Porque nunca me invitas a un baile,
y yo en lo oscuro del cuarto
creo espirales con los dedos
para fingir que,
llegado el momento,
seré
el cisne negro
que prometí que besarías.
Porque nunca cocinas en mis ojos
los huevos del desayuno
con su rica línea de caricias, con su lengua suave
sobre el hombro;
y yo, en las sartenes
dibujo venas turbias con el aceite de mis lágrimas
para tus huesos fuertes,
para que
cuando decidas que el hambre te persigue,
puedas abarcar
también
mis soledades.
Porque nunca - ¿O sí, la lluvia?- caminamos en la noche
cuando las flores blancas se despiertan
y el olor a verano
moja el lomo
de todas nuestras palabras
con vísperas calientes.
Y yo,
que camino kilómetros,
ríos,
ando rocas enormes de locura
sola
para encontrar el modo
de llegar hasta el camino
para quedarme-donde sea que tu mano-
como un aguijón
tome la mía;
Bailo
en la risa
y como huevos
en el suelo de la mesa
y lluevo junto a ti
los versos que crean
los silencios.
Y así, ocurren
al fin
las cosas que nunca sucedieron.
Akata
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