La noche estrellaba
sus figuras
en el bosque horadado
de tinieblas.
La voz del roble
despertó la vulva,
oxígeno de madre,
fuerza temerosa
de aquellos llamados
bárbaros
por la mano roja
de todas las legiones.
En sus ojos, el fuego
de la guerra,
en la espalda
su nombre de animal
valiente.
Es la rebelión de los Icenos,
figura de yegua
cargando el torque
de luz atragantado.
Voces de fieros Trinovantes
aullando hasta la
unión de la sangre
y la Victoria: ¡Boudica!
¡Liberada hoz
que sesgas las
gargantas
armadas de los
hombres!
Tú que elevas los
puños hasta el cierre
y acaricias
las llagas enemigas
con el filo de
tus flechas,
haz del pueblo celta
una página tomada
y grita de nuevo
a Andrasta
que no hay liebres
capaces
de borrar
el triunfo que
erigisteis.
Devuelve
aquella última noche
hasta el
marcado camino
que Roma quiso
ensamblar sobre tu
nombre.
Regresa a tu hogar,
mujer
de
cabellos afilados.
No dejes que los
zorros
se conviertan en lobos
otra vez.
Despierta en ese pecho
que habla carne
la sabiduría del
Roble.
Y no consientas que tu
voz
se deshaga jamás
sobre el llanto
del misterio.
Diana Forte.
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