domingo, 17 de noviembre de 2013

Pájaros



"Puse en tus manos el pájaro que ha muerto. 
Pero, heme aquí, viva y sin dientes, con un pájaro podrido en las entrañas."


No me dueles ya; empezaría así la poesía número doscientos.
No me dueles en ninguna parte,
ni en la fosa de pino con mi nombre,
ni en el día de ayer cuando te fuiste.
No siento nada en absoluto.
Pero no es así como se miente a un poema.
A un poema se le dice bajito
que hay puertas atrancadas con
sonidos púrpura que recuerdan la noche,
el silencio.
Que tu lengua en los pasillos de mi boca
arrastrando la gratitud de un perro herido.
Que tus manos en mis muslos calientes.
Que tus venas
y tus dedos débiles torciéndome la vida casi al borde.
Resumiendo en palabras tristes: mi cuaderno habla tu idioma
en sus dibujos,
que ahora mis ojos son barcos ovidianos
pateando el mar como dos péndulos de frío.
Que ahora, el frío, es la escusa más solemne
que he podido mostrarle a esta poesía.

No me dueles,
de verdad,
ya no me dueles,
pero como jode otra  fatídica columna
de adjetivos,
cómo jode
                 escribir un nuevo Quién.




Akata.