martes, 29 de diciembre de 2015

Si yo soy...




SUPERNOVA

Si yo siento como siente la libélula
que rompe el río
y como el agua que desborda el vaso.
Y siento como siente el mar 
el corte
de la aleta feroz 
de una gran sacudida.

Y si siento como Isolda tras la ausencia
y como Maggie antes del golpe-la sangre
en todas partes- la extensa locura,
el grito de la noche
la montaña 
en su aullado manifiesto. Y como Maeve 
ante Esus despojado
o Naoko ante la sonrisa estúpida 
del suicidio de su amante.

Y si yo, en toda mi bravura y existencia,
en los vasos de veneno poderoso  -que aortan en los bares 
de siempre 
mi pesada costumbre 
de amarme a cuchillazos-. Siento de esta forma 
tan de selva, tan de llama, 
tan de ruina impronunciable,
tan de catástrofe
o de monstruo picudo 
                                    y liberado.

Entonces, no me queda más remedio
que dejar de aceptar 
                                carne putrefacta
                                                           y fuegos 
que no son 
fuegos de nieve-azul no es
el nombre de una supernova. 
Y dejar, sin remedio, de dar mi alma 
por un gesto
                    que siempre mama de la huida.

Entonces- me dije a los ojos de la niña desgarrada-
si yo soy capaz de sentir
como si el mundo fuese
                                      una gran conmoción irrepetible

Jamás

En el amor

me pienso conformar con menos.



Diana Forte.

martes, 22 de diciembre de 2015


SEVILLA TIENE UN COLOR ¿ESPECTRAL?


Diario del día número quince:

 Sé que me lo he inventado porque aquí el tiempo no tiene límites. No puedo dejar de pensar, mientras veo películas y escucho el silencio del lugar en el que me encuentro, que esta va a ser la morada de mi soledad el resto del año. Voy a quedarme aquí para contemplarme todas las noches muerta de miedo y echando de menos todo lo que una vez creí insuficiente. No puedo dejar de pensar " estoy tan lejos de casa. Estoy tan lejos. Tan lejos." Tengo un pánico atroz a olvidar el olor del galán de noche del restaurante que está justo antes de llegar a la puerta de mi hogar, de olvidar el río, mi río feo con palos y suciedad que envolvía las tardes y las hacía poderosas, diferentes al resto de tardes de cualquier parte del mundo. Lo cierto es que no pertenezco a ningún lugar en el que he estado, ni  a ninguna persona en la que he vivido. Pero extraño tanto mi ciudad, los árboles, el frío del invierno y su humedad calándome hasta los huesos... Tengo tanta morriña de los ojos conocidos, de los bares donde he vomitado y he besado y he reído de madrugada cuando ya creía que la noche había dejado de tener sentido... Lo echo de menos todo. Y es tan difícil explicarle a alguien que no eres tú la diferencia entre odiar y sangrar, sufrir y agacharse para recoger los pedazos que nos quedan. Estoy tan alejada de lo que soy, de quién soy y de quién pueda mirarme a los ojos con la intención de descubrirme, que no sé si algún día voy a reventar por dentro y voy a desaparecer sin dejarme ni rastro.

Érase una vez el pasillo más largo de la noche

hasta la puerta harta del círculo blanco del silencio

allí una dama de largos cabellos rojizos y trémulos

Se alza a la espera de un segundo barco.

<<¡No hay barco!>> Gritaba la voz de un marinero desde

el salón profundo y tormentoso.

Érase una vez el miedo en forma de lugar amaestrado

y  sorprendido.

Yo no soy de aquí, es la extrañeza,

vivo de los recuerdos de todo lo que me queda,

de nada

lo que me queda

lo que el silencio clama,

 lo que la lluvia dice que vendrá mañana y no llega.

El sol se ha esfumado, la calle tiene el corazón de otro, pero no lo recuerdo,


y quiero volver a mi hogar, 

a ver la risa de mis padres, 

el llanto de mis sueños,

Quiero volver a sentirlo todo.



Diana Forte.

lunes, 21 de diciembre de 2015




EN UN LUGAR DE LA BARRA...

Por que la noche es una jungla 
donde el yo te busca 
arrancándose la piel para enseñar el líquido enfermo. 
Porque las palabras de arrogante sin sentido 
pesan más 
que un adiós mal enunciado. 

Yo se que la vida nos incordia, 
que el cristal del coche nos protege
De ese mundo al que llamamos mundo
cuando los horizontes hierven.
Mi noche es una blanca cicatriz.

Pero no te realizas, no mueres, 

no existes 
no destruyes.

El cataclismo sin la vena
La costra sin la alforja
La soledad sin la masacre 
Yo no quiero, 
ser la nada de los tantos a los veinticinco y medio.
Y no soporto, la libertad del hombre 
tras el muro
que al final ha roto
Con la pena
Y a hecho de la mochila una costumbre.

Yo no quiero
Tener que odiarte, porque aún te tengo
Aun me incendias.
No quiero,
pero recuerda que las llamas son
las llamas.

El fuego sin el trago,
la nave sin el muro
La libertad sin la belleza


Yo no quiero.

Porque la noche es una jungla donde
la niña de ojos negros
vuelve atrás.


Diana Forte.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Y vosotros también para mi



RETRATOS- VENTURA

Me parece vulgar pensar en un polvo de días atrás mientras se está haciendo la lista de la compra.
Pareciera que, todo lo que alcanzase un sentido, dejase de tenerlo por completo: el amor, la pasión, el roce de dos cuerpos...De repente, la suciedad se me antoja el rasgo más amable. Los ruidos del edificio banalizan con extraño terror y éxito, aún más, las sustancias pasadas. Siento asco, repulsión, un estertor de vómito sediento.

Las cosas entonces ya no tienen vida para mi,

Me he convertido en un objeto.





Diana Forte.

jueves, 26 de noviembre de 2015



SUPONGO

Supongo que es así, el mundo seguirá, la suerte siempre convidará en la mesa con los mismos idiotas. Dedicaremos nuestro esfuerzo a estudiar el futuro, que no existe, a desentramar lo que nunca anda por escrito. Nos prepararán para conocer a algún que otro hijo de puta. Supongo, que nada cambiará. Los semáforos marcarán rojo cada vez que uno tenga prisa, y lloverá los martes de fiesta y los domingos de risa. Solo supongo.

Aunque también es cierto, que dentro de todas las bajezas, de esas mundanas cosas insufribles y aburridas, podremos deleitarnos con las vistas de ciudades antiguas, patios de recreos para nobles, acentos diferentes repletos de olores y surtidos de todo tipo de bellezas. Quizá pueda existir ese rincón en el mundo que lleve nuestro nombre y, quizá, lo descubramos antes de los treinta. Quizá el esfuerzo valga la vena y el sudor y todos los vacíos del camino, también. Quizá. Supongo que puede que el mundo haga conmigo -con nosotros, los que soñamos- una excepción para dar un sentido a las cosas que resbalan en las manos. Supongo, que en algún lugar está la clave para matar, qué digo, para obviar todo lo estúpido y simple del planeta

y centrarse en los sencillo.


Quién sabe, continúo el recorrido.


D. Forte

jueves, 29 de octubre de 2015



NADIE VUELVE NUNCA


De repente, todo el escenario que los envolvía cambió. La bulliciosa ciudad se convirtió en un mar azul de silencio. Los rostros, similares entre sí, tornaron su color natural a la palidez de un zafiro alumbrado por la luna. Las calles sucias, los puestos de comida aceitosa y chorreante, las luces de las farolas recién encendidas; todo se bañó de un halo azul mortecino. Aquel organismo vivo en constante cambio, se había trasformado en un cuadro de Van Gogh. 
Sintieron frío. Sintieron llanto. Sintieron la melancolía lamiendo todos los rincones de sus recuerdos compartidos mientras el sol añil moría entre los rascacielos; y sus brazos, los brazos de dos desconocidos que ahora tenían algo que contar, algo importante, se entrelazaban entre chaquetas y bolso y pañuelo y tristeza. Una mirada suplicante, una sonrisa a media mejilla y jamás volvieron a verse.

Aquella noche toda la habitación del hotel se transformó en un glaciar siniestro. Y él supo, desde ese mismo instante, que Tokio, cargada de cemento, poderosa, no podría nunca más volver a pintarse de otro color que no fuera el azul de las cosas efímeras. De las despedidas. De la realidad.


Nadie vuelve nunca de los viajes. 


Diana Forte.

martes, 6 de octubre de 2015

Me hubiera gustado que alguien me lo escribiera...





TIRANA LIBERTAD





Cuando yo dije: << Se libre>>, quería decir exáctamente: <<Se libre, piensa como siempre. Camina con esa liviana sencillez con que solías caminar cuando me conociste. Haz tus planes. Ve sola a conquistar el mundo. Ámate como deseas amarte, con ese miedo innato a estar equivocada. 
Cuando dije entonces "Se libre", yo no decía: << Busca a otro, arranca el beso de las bocas que te apremian. Cuando yo dije:<< Se libre>>, estaba entregando un trozo de mi alma a descubrirte, sabiendo que el daño seria certero e implacable. 

Yo tenía en mente ese momento en que tú me mirabas y cogías las maletas.- qué puta podías llegar a ser.- Y aun así, continuaba pensando: << Pero es ella. Así: terca, llena de pánico y vida, torcida y sin futuro. Ella. Con los árboles castrados dando vueltas en su lomo. Con el viento de las calles sucias de las grandes ciudades 
queriendo entrar por su nariz. Ella. Así: tranquila por fuera, aleteo de pájaros nocturnos dentro del pecho. Ella, tan cruel y dulce como una jeringuilla blanca con licor para soñar. >>

No puedo decir que no doliera, que la herida no se abra fuerte entre los domingos y recuerdos, sin embargo, se que mereció la pena. 
Porque cuando yo dije: <<Se libre>>, jamás te estaba dando permiso. Jamás. 
Cuando yo dije las palabras mágicas, solo quise decir "Te quiero, a mi manera, de la forma en que creo en las personas. De la única forma en que el hombre debería amar." 
Aún te bebo con los brazos abiertos y las palabras llenas de preguntas; dolores de cabeza, naturaleza insaciable...
 
Yo no era de esos capullos que te presentan sus honorarios y luego, al tercer mes, te ponen una esposa invisible entre el pecho y las manos para doblarte como un caballo herido a orillas del mar. 

Porque yo no dije: <<Se libre>> -con la intención de seguir la tradición ansiada- <<libre, pero mía>>. 
Yo te quería como se quiere a un libro, o al día o a la mismísima existencia. Por eso no entendí que esa mañana, te cortases las alas y decidieras saltar.  Estabas fría, semimuerta, apunto de abandonar las habitaciones donde habíamos rezado a Montero del revés. 

Porque cuando yo dije: <<Se libre>>

Nunca, 

bajo ningún concepto, 

imaginé que

tú 

no querrías volar.






D. Forte

martes, 29 de septiembre de 2015





LA VERDAD

Al mirarte
sentí un espasmo
Y toda la tierra derribó sus muros.
Pero tengo que contarlo, lo de los otros días
lo de las nubes oscuras al doblar la fuente
lo de la fuente muerta al pasar tu rostro
lo de mis letras vírgenes
de nuevo
al contemplarte.

He de ser honesta
porque creo que en la verdad
se esconde el origen de todos los poemas:
me hubiera gustado
no haberme fingido una mujer desconcertada
en los pasillos de colegios
que ya nadie llena con sus gritos.
Saber en qué aula se revelaban los besos
como las viejas fotos que
nos gustaba tocar
los últimos días en que pudimos aprender
a querernos.

Lo que quiero decir es
que vi tus ojos
y no entendí la trama
me confundí de gestos y otorgué los versos
a desnudar tus noches y devorar tus monstruos
inflamados
de otros miedos.

Sin embargo, ahora veo
que la llama
estaba en otra parte, en aquel hombre primigenio
y escandaloso que hablaba de
Copérnico sin saber su nombre.

Me olvidé del fuego.

Lo que quiero decir,
y que tú sepas,
aunque sea una verdad desalentada
aunque en la calle llueva y el verano
haya muerto
con tu acento
es que miré hacia el sur equivocado porque
realmente me hubiera gustado
saberte diferente, encendido, abstruso
papiro revolucionario.

Pero lo cierto, sin blancos y ovaciones,
es que ya había visto antes
del invierno
ese espasmo feroz

en otros ojos.

Me hubiera gustado no hacerlo.


Diana Forte.

domingo, 20 de septiembre de 2015

MATEMÁTICAS

MATEMÁTICAS


Una vez conocí a un chico en un bar,
tenía las palabras ágiles, oscuras,
su voz era un punzón de avispa en el pie de un niño
una mañana de verano.

Hablaba números, parecía exhausto,
pero todas sus drogas de diseño levantaban el cinismo
con que amaba entre los párpados
y después sonreía,
cansado, feliz por algo desatendido y olvidado.

Entendí el miedo en la mesa, la soledad de las familias desdichadas,
 las cervezas de los hombres que se mueren
sin haber conocido la verdadera tristeza del amor.

Me miraba tan serio, estupefacto, como si acabase de descubrir
un unicornio moribundo que pudiera ser salvado.
Y me destruyó con sus historias
de la mano al cine
del cine a la noche en que los pájaros
gritaban
y más fuerte, me quebró;
a nosotros, y nosotros gritábamos lloviendo el nombre
en la lengua de las aves.

Me hizo, aquel chico asustado y corredizo,
una piel sobre otra piel sobre otra piel
de llantos, y me pasé los días
llorando a puñetazos.

Qué gran idiota, hablando de follar sin mirar a los ojos
de pensar sin el peso de las manos,
de beber sin el trago final que nos descarna.

Me convirtió en el odio hacia todo lo que amaba,
hacia todas las ventanas sucias de la universidad y
sus futuros incompletos, hacia la libertad.

Yo conocí hace mucho, mucho tiempo,
a un chico en un bar.
Y ahora, que ha pasado el tiempo, los errores, las hojas de los árboles,
me estoy, de nuevo, convirtiendo en sus
palabras.- agujas de avispa en la tierna e inocente soledad.




Te quiero, monstruo, y no te quiero más.




Diana Forte.


viernes, 18 de septiembre de 2015






SEGUIR

Hace ya cuatro años entrené por primera vez para correr una media maratón. Siempre había hecho deporte, pero nunca un deporte tan sufrido y de resistencia como es este. Para conseguirlo, conté con la paciencia de mi padre, mi entrenador personal, que durante tres meses hizo a la par de motivador y sargento de hierro de una meta que yo no vi nunca muy clara, pero que él, ya experto en esto de las carreras de largas distancias, supo que podría terminar con esfuerzo y voluntad.

Pues bien, durante aquellos entrenamientos, para mi bastante duros según qué días, mi padre no únicamente se dedicaba a darme largas charlas sobre mi inconstancia y mi falta de disciplina, sino que en muchas ocasiones dijo cosas que aún hoy se vienen a la punta de mi lengua y mis ojos cada vez que paso momentos duros.

Recuerdo en concreto una mañana de abril que teníamos que hacer 14km. Era la primera vez que iba a hacer dicha distancia y, sinceramente, mi cuerpo aún seguía bailando en el bar de la noche anterior. Sin embargo, allí estábamos, la extraña pareja una vez más apretando firmes las cordoneras y las ganas.

Ya en la ida tuve que parar varias veces. El calor, la cabeza, la sed, las piernas, todo iba en mi contra. Recuerdo el momento exacto en que, cuando apenas nos quedaban 3km para llegar al 14, le dije a mi padre: "No puedo". Aquella frase no le gustó demasiado, pero aún así, con su paciencia marcial, me respondió calmado que me sentase y respirase y que, en unos minutos lo volviese a intentar. No obstante, en esos segundos, mi quejumbroso cuerpo solo pensaba en una cosa: "No. No, no, no, no y no". "No quiero sufrir más. Mi cuerpo no puede. No quiere. No quiero más." Así que, con la mente nula, volví a repetir a mi padre aquellas palabras que tanto le molestaban.

-Tenemos que volver. Tú vuelve andando si quieres. Nos vemos en casa.- dijo con la rabia típica de alguien que no entiende qué está sucediendo.

- Pues vale. Iré andando.- respondí enrabietada.- Es que no sé por qué te pones así.

Mi padre, sin decir nada más, salió corriendo en dirección contraria (todo ello después de haber alcanzado ambos los 14km) Yo, obcecada y sin fuerzas, vi como mi entrenador abandonaba cualquier esperanza de que pudiera regresar a su ritmo. Sin embargo, lo hice; jadeando como un animal moribundo, sudando y con los pies a 35º grados, pero lo hice. Metí un sprint y le alcancé.
Y fue en ese momento, cuando su cara cambió y empezó a contarme una historia...

-¿Sabes quién es Edurne Pasaban?.- preguntó mi padre con la vanidad que a veces da la experiencia.

-No, pero ahora mismo me da igual.- el corazón empezaba a subir a otras zonas de mi cuerpo muy lejanas del pecho.

-Pues no debería. Edurne Pasaban fue la primera española que coronó el Everest sin oxígeno y sola.

Silencio.

- ¿Y sabes qué? Leí por ahí que cuando estaba bajando de la cima, y todas sus fuerzas habían quedado en la llegada triunfal a la cumbre, tuvo que acampar. - mi padre hizo una pausa para mirar el reloj- Estaba sola, con síntomas de congelación, a 8.000 metros de altura y sin poder respirar bien. Todo su ser empezó a mandarle un mensaje claro y directo: "si desistes ahora, se acabará tu sufrimiento." Y durante unas horas, su deseo más ferviente fue morir. ¿Quién coño quiere morir, hija? ¿Conoces a alguien mentalmente sano que por propia voluntad desee morir? No. Pero allí, con la montaña hablando fuerte un idioma salvaje, desconocido y poderoso, con los elementos revoltosos e iracundos abriéndose paso en la eterna tarde hasta el cuerpo de un diminuto y tembloroso ser humano, ella deseo con todas sus fuerzas, con las pocas que le quedaban, morir.

-¿Y lo hizo? ¿Murió?.- De repente, había olvidado el sufrimiento y el dolor. Solo podía pensar en esa mujer valiente queriendo desaparecer de la faz de la tierra, anteponiendo su extinción al instinto de supervivencia, a la única cosa que hace que un ser humano se aferre a la vida de una forma irracional.

- No.- sonrió mi padre.- Claro que no murió, porque en ese último segundo, cuando ya se había despedido de todos sus familiares y seres queridos, cuando había dado por perdida la batalla entre ella y la naturaleza, un impulso irrefrenable la hizo levantarse. <<Tienes que bajar. Tienes que hacerlo. Puedes hacerlo.>>.- le dijo una voz más allá de su consciencia. Con los dedos congelados, las fuerzas al mínimo, y boqueando para poder respirar, dio un paso al frente, seguido de otro paso más que se incrustó en la nieve como un grito en la memoria, y continuó. Allí ella: sola, casi abatida y, pese a todo, luchando.

Los ojos se me llenaron de lágrimas.

- Te cuento esto porque 14km no son nada. No son nada comparados con el frío, con el miedo, con el sufrimiento, la altura, el vértigo, la falta de respiración, la propia aceptación de muerte de tu cuerpo. Siempre que quieras rendirte acuérdate de ella, y de sus ganas de dejar de luchar. Pero, especialmente, acuérdate de los momentos de después, en los que, finalmente, se levantó y siguió adelante hasta conseguirlo. No olvides que tu límite está donde tu mente decida.- sentenció mi padre, mientras señalaba una puerta a pocos metros de nosotros gritando.- ¡Por cierto, ya hemos llegado valiente!

- Gracias papá.- fue lo único que pude decir.

Desde aquel día, no ha habido ni un solo momento, en que no haya recurrido a aquella historia cuando he sentido que me faltaban las fuerzas. Porque yo sé, que Edurne Pasaban consiguió superar las barreras mentales y físicas hasta llegar a su objetivo, pero no todos los que, como ella, lo intentaron, tuvieron tanto valor y tanta suerte.

Por eso, hay que seguir hacia delante incluso cuando creemos que ya no podemos más. Hay que seguir por aquellos que realmente si hicieron algo extraordinario, algo sobrehumano. Por todos y cada uno de esos que murieron creyendo en seguir luchando hasta el final, en perseguir un sueño.
Por todos los que, como Edurne, lo consiguieron, y por todos los que descansan eternamente en el bello y estremecedor silencio de la montaña más grande del mundo.

Y sí, finalmente terminé la media maratón. Para muchos no es gran cosa, pero para mi fue algo casi inefable. ¿Y lo mejor? Llegar de la mano con mi padre a la meta y pensar <<Lo hemos hecho. Hemos conseguido superar nuestro sufrimiento. Me has enseñado que puedo realizar sueños extraordinarios>>.












Dedicado a todos los alpinistas que alguna vez coronaron el Everest, porque me han enseñado a engañar a mi mente y seguir luchando. Y a todos aquellos que, me enseñaron que, no siempre se termina, pero se pelea hasta el final. 1996.


Diana Forte.





martes, 8 de septiembre de 2015


CONFESIONES

Tengo que decírtelo, amigo, porque me está pesando tanto como un verso. No, lo siento, te mentí o te dejaste engañar, pero yo no soy así. No llevo los labios pintados de rojo y el escote entre el ombligo y el final del pantalón. Yo me unto con carbón los ojos, y me anillo los aros al pelo y las orejas para, de vez en cuando, desaparecer. Visto camisetas que no hablan de nadie, y cuando nadie me mira o cuando todos miran rápido, canto alto y muy mal para sentirme viva.

Yo no tengo dos vestidos blancos dentro del armario, y mis costillas no tienen la forma perfecta de un cosert. Tampoco  me suelo desvivir en conversaciones sobre como pasa el tiempo, y qué encantadora y maravillosa es la resaca de universidad. Más bien, respiro la nostalgia de los días que tiendo a imaginar. Soy una rastreadora de momentos perfectos y ficticios que no llegarán. Y no, no me arreglo los domingos, ni los lunes, ni mis zapatos suenan en la calle como un lápiz apunto de romperse. Yo vengo del viento, camino descalza, y amo los abrazos que no necesitan ropa.

Mis reflexiones son sonoras y vibrantes, casi molestas, como la tromba de agua que te cala por sorpresa.

No, yo no soy así. No soy perfecta. Tengo celulitis en el culo y probablemente no llegue con pies a los cuarenta. Me deshago en violentos cuerpos de una noche y no sé contar hasta 100 sin perderme por la mitad. La libertad a veces me huye por mi falta de lealtad y mi cobardía. Llego tarde y mis horarios son calvario para los que pecan de aguantarme. Pero me gusto. Me empiezo a gustar porque me empiezo a entender, porque no necesito ser la mitad de lo que debiera, sino el todo absoluto que puedo llegar a ser.

Lo siento, no soy tu chica alta, ni flacucha, ni rubia, ni morena, ni fría, ni niña, ni feliz, ni rota, ni enferma. Yo ya he vivido en la más inescrutable soledad; conozco mis infiernos. Y las horas de reggaeton me producen siempre urticaria en el pecho. No soy feliz, pero tampoco triste. Y casi siempre, siempre, siempre estoy sonriendo.

Yo no, cariño, yo no puedo pertenecer a esa vida extraña en que las personas se encuentran en el universo con normalidad, como si el mundo no cambiase, la vida no siguiese y las cosas importantes pudieran, de alguna forma inexplicable y absurda, posponerse.

Te mentí y te dejaste engañar. Y ahora tocaba, ya que estamos solos y hablando muy bajito, confesarse un poco.

Diana Forte.

lunes, 7 de septiembre de 2015

SOMOS SOLO LUZ...

Tu nombre tiene luz, y en la tristeza que te inyecta mi voz desastrosa
hay una aurora que se marcha con mis ganas de besarte una vez más.

Ahora sí vamos a ser el sueño, y dormiremos, ¿Quién sabe? ¿veinte años?
Y seguro nadie nos esperará despiertos cuando el golpe de la puerta  huela
a alcohol y peces de colores.

Les contaré a los diablos que me han visto- mientras no vamos al cine,
y no comemos en las cutres pizzerías, y no me toca tu cuerpo como anoche mismo
me tocaba en relajado amor- que yo fui hija de algún dios
que quiso ser el que diera el sol a todas las letras que te nombran.

Y no.

Se me murió el futuro,
el que tiene vetas azules para alimentar al necio
que cantaba Silvio.

Y no.

Con él, la resaca perezosa que arrastro desde que te agachaste
junto a todas estas ganas de salir corriendo.

Y no.

372 días de caricias,
y una soledad
que a veces me recuerda
                                            que estábamos hechos para desaparecer.


Diana Forte.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

"Pero eso sí -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar, pierden el tiempo conmigo.

El lado oscuro del corazón.

lunes, 31 de agosto de 2015

Gaviotas grises

"Cuando acabe el día, habremos ganado un poco más.- me dije-
Se perderán las nubes y no habrá lugar
para la incertidumbre que molesta.

Seguramente, también, volvamos al trabajo sucio 
de despertar del sueño macerado, nuestro sueño,
y tengamos que cosernos los abrazos
para recordar que
un día fuimos ellos, y no otros.
Pero que ahora
somos nosotros 
                          y no los que quisimos.

Así acabará el día: sin ilusiones, muriendo un ratito junto a mi 
en la puesta de sol de ciudades plateadas.
Acariciándome las horas, las negras noches y los nervios desgastados
que pierden su sentido cuando regresa el tren.

Ese será el coste de la continuación: la extenuación final para conseguir
que nadie duerma.

Y será- con total certeza- en ese lugar desatentido, 
donde miraremos nuestros cuerpos sin gloria,
con grandes relieves y rupturas,
ahorcados como la luz de una vela que pretende
cegar la luz del sol,
en que no sabremos qué decirnos 
nunca más. 

Habrá rodado la pasión.

Las aves habrán sido peor que un sueño.
Despertaré,
como los yonkis y las piedras

y ya no volveré a soñar.

D. FORTE

miércoles, 26 de agosto de 2015

¿Cómo se siente un corazón de más de tres días?

Estaba yo sentada en un banco, fumándome el último cigarrillo de la caja de tabaco que había comprado la semana pasada, cuando una alarma en el móvil me avisó de que había olvidado recoger la ropa de la lavandería. Seguramente, después de dos semanas, el tipo del establecimiento habría pensado que yo era una de esas chicas que quiere deshacerse de los restos de alguna noche demasiado peligrosa y, así, como el que no quiere la cosa, deja las pruebas del delito a un hombre al que, a simple vista, nada parece perturbarle. Pero siendo sincera, lo cierto es que todos mis problemas se ciñen a mi puñetera cabeza.

Desde que soy bien pequeña no consigo recordar nada más de tres días seguidos. Y creedme si os digo que eso es lo único que me ha traído problemas. La gente que, a diferencia de mi, tiene una habilidad innata para recordar cualquier tipo de conocimiento, dato o absurda irrelevancia, pensará que vive en el peor de los mundos posibles; ya que, el perdón es mucho más difícil si uno no puede olvidar la causa del daño. O por ejemplo, que alguien te deje dinero y no te lo devuelva puede convertirse, con semejantes memorias, en motivo suficiente para acabar a hostias en la puerta de un juzgado con tu mejor amigo. Pero lo cierto es que, yo, que estoy en la situación opuesta, puedo verificar con total seguridad que, olvidar es infinitamente peor que recordar. 

Os pongo en situación, tenía 14 años y un miedo atroz a dar un beso. En mi cabeza, aquel batiburrillo de lenguas entrelazándose se asemejaba mucho a las peleas de los leones marinos en época de apareamiento ¡Qué locura!. ¿Cómo iba a hacerlo bien si se trataba de un combate a muerte? Yo, la cobardica, la niña de 14 primaveras besando a alguien, con lengua, con una lengua en, sobre, bajo, tras... otra lengua. Imposible. Seguro que acababa confundiéndome de orificio. Seguro.
El caso es que, al final dio igual mi miedo descompensado, porque aprendí a besar. O eso pensaba yo. Hasta que, dos meses después, el chico de mis sueños- tenía moto y tupé, qué más podía pedir- se largaba con una rubia sin tetas a una discoteca de música bacala. 

Lo peor fue que, tres semanas después, se presentó en mi vida una nueva oportunidad de poner en práctica mis nuevas artes vocales, pero para entonces, ya había olvidado que sabía hacer cualquier cosa diferente de comer con la lengua. De nuevo el pánico, de nuevo un moonwalker hasta la habitación más oscura de todos mis piensamientos. 

No lo hice.

Tuvieron que pasar 2 años para que volviera a intentar meter todos mis argumentos en la boca de alguien. Y eso no ha sido todo. A lo largo de mi vida he ido conociendo a gente extraordinaria con la que ahora no recuerdo haber vivido ni la mitad de lo que me cuentan. Es triste comprobar como tu mente va mucho más rápida que la de los demás; que hagas lo que hagas y sientas lo que sientas, estás inmunizada- condenada- a no recordar más de tres días cual es el sabor de una caricia nueva, o el olor de aquella persona que te gustaba tanto. Una conversación en un parque, el adiós más tierno de tu vida, las páginas magníficas de un libro de terror...

 Todo, finalmente, se acababa colando en el desagüe de los efímero. La intensidad es lo único que puedo saborear. Y hasta dicha intensidad se convierte en amargor, ya que, uno no disfruta tanto de un instante sabiendo que en apenas 72 horas, todo lo vivido será una mancha borrosa y lejana en su mente rota. 

Y heme aquí, porque hace un día exáctamente tuve que partir un corazón. El corazón más dulce de cuantos hayan soportado amarme. Uno de esos que están tan escondidos que jamás creerías tener la suerte y el privilegio de encontrar, y mucho menos de llenar un poquito. Tuve que hacerlo, tuve partir un corazón; cogí los trozos bien atados y, uno a uno, fui pegando martillazos a las paredes del órgano hasta dejarlo como un edificio ruinoso e inhabitable. 

<<Soy un monstruo- me digo- soy un ser despreciable que no puede dejar de llorar, que se sabe incompleto, marchito y también arrasado por la desesperación, el amor y el miedo.>>  Pero mi miedo es harto diferente, ya sabéis. Por primera vez en mi vida, he decidido escribir sobre el dolor más grande que haya podido experimentar. Un dolor que seguramente muchos conozcan, pero que no le deseo a nadie en este mundo. Un dolor que me supura por todas partes.
¿Y por qué? Pues es bastante sencillo: esta vez no quiero olvidarlo. Dentro de un par de días, mi vida, la insufrible y detestable de ahora, volverá a su margen de cosas insignificantes y anodinas. Y no lo quiero. Esta vez no. Quiero el dolor de la pérdida, y si la hubiere, su recompensa. Quiero dormirme llorando por este amor que tengo que alejar. Quiero saber qué se siente cuando se siente de verdad, muy dentro, muy largo y pesado, como un yunque. Quiero comprender lo que es amar a alguien de verdad hasta que todas las partículas de mi ser acepten que ya no lo soportan más y me supliquen, por favor, clemencia. No quiero olvidarle. No quiero olvidar. No quiero.

Por primera vez en la historia de mi existencia: elijo el dolor. Con todo lo que ello implica para mi; entre otras cosas, escribir y sangrar, naufragar y escribir. Escribir...Recordar...




Diana Fernández Forte

viernes, 3 de julio de 2015

Yo creo que, religiosa o no, toda persona debe tener fe, especialmente ese tipo de fe que nos mantiene y nos llena algo más que la boca.

Este poema está dedicado a la fuerza de la montaña y su belleza. Y también a la fe y el respeto que siento hacia toda ella y que, muchas veces, nosotros los hombres, tendemos a menospreciar.


TAN LEJOS...
















Estáis tan lejos, hombres,
corruptos hierofantes;
tan lejos de la bruma y de la sombra,
del olor del pino y su silencio

                                                                     del ave que en la roca se desmonta,
                                                                     del vuelo que en su roce prende el cielo.

Tan lejos del clamor de la prehistoria

del pie y su golpe fuerte entre los credos
                                                                         que la roca y la madera
                                                                          en su memoria
nos permiten con su voz dulce de viento.

Tan lejos, hombres,
de quienes sois y
lo que os nombra.

Tan lejos, también, del eco etéreo.
Tan testigos e ignorantes
de tu obra, Bosque Antiguo,

Padre del mar noble de los reinos.

Tan lejos...


D. FORTE

miércoles, 1 de julio de 2015

TU DICES QUE HEMOS SIDO UN SUEÑO AMOR...













Tú dices que hemos sido un sueño, alma mía,
y que ahora toca desvestirse
para recibir el daño.

Tú dices que hemos sido aire, agua entre las manos, un vahído.
Y es verdad que hemos soñado
que soñábamos la vida.

Y así, hemos regresado a la tristeza,
más vivos y felices,
sabedores de existencias que no pudimos imaginar
hace unos meses.

Abrazados a la certeza de que un alma nos cuida en la
belleza de nuestras pesadillas,
                                                 en la distancia de la luz que alumbra los apuntes
                                                  en brotes de ceguera.

Hemos sido un sueño pero,
¿No es soñar algo pactado y generoso?
¿Una especie de visa con dinero
                                                     para poder calmar nuestra desdicha?

La muerte está en el "No" y su ángulo recto.
Tratado, té lluvioso, fiel poesía.
Así que, ¿No somos lo mejor que hemos podido?
¿No nos queremos, amor, no nos quisimos?

Tu dices que el mar ha sido un sueño,
alzadas alas de las olas que hoy nos ven dormidos.


D. Forte.

domingo, 14 de junio de 2015

POETA 2.0

-Estoy aquí para ser poeta.-Dicen los que llevan camiseta
y visten cerrado el corazón.

-Estoy aquí, para clavar las palabras a la boca,
y el verso a la navaja del recuerdo.-Dicen los que aúllan sentimientos
sin que se entienda
de nuevo
el estupor.

-Porque ahora, mi lengua es la de todos.
¡Yo he venido de Kripton!- bravea babeante.- ¡A traer la leche que rellena
el mundo!
Yo, que me pinto letras en los ojos y pienso vestir gorros de bohemio:
poetas, os insulto.

Por eso soy poeta:
porque sigo una marca indisoluble
de lo anteriormente buscado por los grandes.
Soy poeta.
Yo, que llevo el arte grabado en el estanque de tanta repetida
ensoñación.

Lorca me respeta.

Soy poeta, puedo nombrarte
trescientos apellidos sin apenas
desnudarte
y aún así, te arqueo hasta tocarte

caliente con mi voz;

y soy poeta.

Porque cojo el micro
con la mano con que llago mi polla
y grito gilipollas a los nuevos justicieros.
Porque me alaban
las prepuberes amantes de Mario,
el nuevo hombre-florero.

Soy poeta- lo avalan mis diez libros.- porque conozco a los cantantes
que se estrenan,
además de a las sirenas
de los hombres que padecen
los eternos jueves,

por el sexo rubio de una húmeda morena.

Así soy. Poeta.
Me limpio brillante en la ignorante cabellera
de los que ahora se sacian con poesía.
Y me sorprende que comparen a un cantante
que repite diez veces "Amor, amare, amavi, amatum"
con las letras
de los que en guerras salvan vidas.

-Estoy aquí para servir a la belleza. -Pero solo escribo de amor de algunas horas,
de momentos repetidos con heridas,
de la libertad que no conozco.

-Alejandra, ¿Qué hacemos con el miedo?

A estos relucientes y brillantes trovadores del gran 2.0,
deberían mostrarles la verdad,
la belleza en su rabia y desenfreno.

Tal vez, entender varias corridas;
de la tinta
                                                        -Caminante, no hay camino,
                                                                             sino polvo y cieno-

Hoy me limpio el culo con sus rimas,
por qué, ¿Quién coño dice ser poeta?
Quien, creo,
                    no entiende a La poesía.


D.F.

lunes, 1 de junio de 2015



TANGENTES

No te protegeré del mundo,
yo tengo sed también de sorprenderme.
Cuidaré tu llanto y tu figura
en las tardes heridas de domingo.

Pero no haré de mi cuerpo una armadura,
ni tampoco dejaré que vayas
por el lado oculto de la acera.

Quiero que sepas que te aprendí libre
porque yo busco ser pájaro en tus alas.

Jamás seré tu dulce caballera, tu enamorada Polifema
de una sola mirada delirante y obsesiva.
No voy a.
No quiero que me salves.
Solo, firmemente, quédate conmigo.
Aprendámonos tangentes, poderosos,
estudiantes que apenas conocen lo que puede leerse
en una trémula anatomía.

Sabes que no voy a darte mis rodillas
para que las tuyas no sangren;
quiero heridas, mi amor,
te quiero jodido y valiente y no,
                                                            ni de coña,
ni en la sala de espera de una triste oficina,
ni en la cúpula en que viven los idiotas
que se creen superhéroes,

                                             mataré monstruos por ti.

Nunca hará falta.


Diana Forte.

DISTURBIOS



          DISTURBIOS 

Te quiero porque he aprendido
a no mirar,
para poder verte
como solo tu puedes ser conmigo.
Te quiero
y entre tus manos, agotada libertad,
me siento atenta ante los ríos del mundo.
Te quiero y lo sé,
la vida es densa y breve, y yo
no tengo el valor para renunciar
a las cosas bellas.
Te quiero aunque no te quiera,
aunque me cueste la palabra,
la locura.
Te quiero entre los demonios
y los amados monstruos
de la sed de soledad.
Como solo puedo odiarte, te quiero.
Diana Forte.


¡ESTAMOS RODEADOS!

"Tan valientes de la boca al vientre
prendimos fuego a las calles en tardes como de lluvia,
como de espanto, 
como de viento que llorase. 

Tan puros con aquellos pasamontañas, 
rozándonos los dedos antes del estallido, 
leyendo revoluciones 
mientras hacíamos el amor 
                                        
con la nuestra en las ventanas. 

Tan vivos, tan duros, 
tan estudiantes de un mundo que moría
con el pellejo del recuerdo colgado en nuestros párpados. 

Luchábamos así 
la inocencia de las horas nocturnas.

Pero se ha ido la ceniza de las calles, 
el polvo y el pájaro que cantaba en los graffitis. 
Los días de gritos en las universidades. 

Hemos sido sustituidos por robots 
que emulan el sonido del amor 
cuando los tocan. 

Hemos bajado la guardia y 
refugiados 
en los salones silenciosos de la culpa, 
seguimos mirando a través de la ventana;
tristes, 
con la pena del pasado, 

con la pena del presente y del futuro. 

Ya no nos asimos a los ojos, 
pero ellos mismos 
se buscan en la fuerte noche de secreto: 

"Que alguien arroje la primera cerilla. 
 Que empiece de nuevo la existencia."


DIANA FORTE