jueves, 24 de enero de 2013

Por tiempos más cálidos

 ·Aunque sin pulir del todo, porque llegue pronto el sol y su verano.
  Por el mundo misterioso que tanto amo. Ahí queda.



Litha llega de flores ya marchitas,
naranja de cabellos que doran 
un cielo aún peinado.
La eterna mujer pálida 
aclara bienvenidas.
Los guerreros untan piel, carne, sexos
junto al Álamo.

Ya cargan las druidesas sus cantares,
túnicas de crema húmeda bostezan,
miembros de las cortes erigen sus reinados,
los dioses eufóricos proclaman:
"Tanta paz para una guerra."

Bardos anclan sus voces a la tierra,
y el Roble despierta del letargo.
Litha, con su fuego nocturno trae ceguera,
almas en la noche fecundando estrellas;

sembrando espasmos.

Son los Celtas el gemido del ciervo,
el Salmón libre que en negros hilos trenza
y escribe en líneas la fatídica llegada,
de un sol que entre cenizas
muere y riega.

Y allí, en los pechos, y vientres,
y ásperas eternas lenguas,
unos ojos grises atraviensan
cuello, espalda, heridas frescas.
Y ella, con la hoz al viento
su ansia encrespa.

Nueve veces se adornan las pupilas, 
nueve veces de Cuervos y Águilas abyectas.
Toma del pecho el corazón aullando,
abrázalo a tu mano en sangre infecta.

-Mi nombre es Brigid, nacida de la claridad nocturna,
amante virginal, doncella muerta.
Diosa del calor y la cosecha.
Fiel guerrera y lactante,
dulce arquera.

-Mi nombre es otro más, mi tribu un clavo.
Mi condena los ojos que son flechas.
Arcos, lágrimas de cielo, 
brisa fresca.
El espino de tus iris blanco sueña,
y desarma al guerrero calcinado.

Litha encadenada al sacrificio,
Litha, con su luna y su entereza;
con el vestigio de una última falange
que Roma cubrirá
extinguiendo la Galia 
a Cruz violenta.

Pero ahora, mi mano te desliza,
y tus nalgas duras
rápido me besan.
Brigid al lobo une su grito,
y el festival alcanza madreselvas.

Tus ojos,
los ojos grises de la niebla,
del fango, del cieno,
de la miel hiriente entre las piernas.

El Druida alza sus palmas a la madre,
y Litha se confiesa.
El fornicio restaura el equilibrio,
Tiembla de placer la nueva Tierra.



Akata.

jueves, 17 de enero de 2013


·"Hazme sentir que tengo más de lo que me merezco, y punto. Cuídame tierno, Fóllame sucio."

sábado, 12 de enero de 2013

¿Será eso?



Podría...podría haberme ido, sin más. Pero este gesto...Este gesto de quedarme... Este elegir es el que me ha hecho más daño. Aún no entiendo si esta elección es la que realmente quería. No lo sé, ¡mierda! ¡No se nada! ¿Habría ido única y exclusivamente por la sensación de tener que sostener el drama?Seguir sosteniendo el drama...Ya me lo decía el Guerrero pacífico: El drama no es el dolor que ya no sientes. El drama es que ese dolor sigue existiendo, te está consumiendo como te ha consumido tu mentira durante todo este tiempo. El drama no es el drama mismo, es la idea de creer que prolongarlo es un acierto.

Pero yo tenía que estar allí, y no aquí, escribiendo, pensando si realmente era una opción la de quedarme. ¿Estoy donde deseaba? Dudo. Dudo por el sentimiento de malestar y culpa que me genera la elección que he decidido tomar. El Guerrero pacífico vuelve a mi golpeándome la sien: ¿qué haces? ¿Estás muerta? ¿Acaso estás muerta?- No- ¿No?¿¡No!? ¿¡Entonces porqué cojones actúas como si lo estuvieras!? Como si de repente, por arte de magia, ya no pudieras cambiar nada ni creer en nada. ¿De que pasta estás hecha, tú que dices que luchas por ser algo mejor para ti? - No sé.- ¿ No sé? ¿Hasta ahí llega tu puta resolución? ¿Al no saber?

Yo si que se. Se que estás cagada de miedo. O sea, tienes el pantalón lleno de mierda, que además, ya empieza a secarse, a costrar. ¿No te da asco?¿No te da pena? ¿Qué coño estás haciendo, en serio? ¿Qué haces? ¿De verdad crees que esa elección era un motivo para sentirse mal? Lo que realmente debería hacerte sentir mal es tu  puta insensibilidad, tu "me quejo, pero ahí sigo, porque soy buena, porque puedo con el dolor, porque aún me quedan fuerzas." Mira, ni eres tan fuerte, ni eres tan buena, ni tus quejas van a eximirte de la culpa ni a salvarte del dolor. Eres una cobarde y ya está. No le des más vueltas.
O dale las vueltas que quieras a todo. Pero debes saber, sobre cualquier cosa, que ahora mismo lo único que eres es puro y duro terror. Un miedo infinito a vivir como crees que debes vivir, porque te da miedo elegir de verdad la vida que deseas llevar. Por que sabes que el día en que elijas esa jodida vida serás capaz de todo, de cualquier cosa. Pero también sabes, que para eso, vas a atropellar a mucha gente en el camino. Gente que te importaba. Te da miedo crecer...

Te tienes un horror que no tiene ni justificación ni sentido. ¡Empieza a madurar!


Sigo en la cama, mirando la pantalla, con la voz del Guerrero pacífico en mi cabeza. Din, din, din...cada vez el plomo pesa el doble. Escucho otra voz, de una escena de la última película que me hizo temblar:


"Con Françios el tiempo vuela a una velocidad de locos, como si tuviera la capacidad de saltarse días, de crear semanas sin jueves. ¿Será eso la felicidad, que no hayan más jueves?"


Y yo encuentro una similitud entre esa frase y mi tristeza. ¿ Será eso la tristeza? ¿Qué el tiempo pase tan jodidamente lento, tan jodidamente rápido que parezca que únicamente hay jueves? ¿Será eso la tristeza, el dolor, no poder pasar de día?




Akata- alacrán



martes, 8 de enero de 2013

Casi un corazón


"Me regalaste una estrella fugaz y yo unos versos de Suarez.
Decía que "no", pero reía,
como sólo se ríen los que están jodidos.
Y alguna noche en la cama
el nocturno de tus lágrimas se fundió con las mías.

Los arpejios formaron los días.
Pasó el tiempo.
De nuevo yo reía, con esa risa amarga que sólo tragan los que están podridos.
Y tu llamabas a mi puerta,
rota, atrancada.
Debí dejar un post it diciendo: "Volveré pronto."
Se me olvidó contarte que no había noches suficientes para rescatarme.
Se me olvidó decirte
que este caos ni siquiera era mío.

Debí besarte,
tal vez menos, para encontrarte más.
Tal vez más, para extrañarte menos.

Me cogiste de las manos y me llevaste a un verano
en que cubrían los sueños.
Y siempre que llovía, amanecías tierno.
Anclabas sonrisas al tiempo.
Pensaba: "quizá."
Pero nunca pude hacerlo.
Las gafas
sólo tenían cristales de lejos.

Me regalaste una noche de concierto fugaz,
y yo te regalé mis versos
con los ojos brillantes en aquel reducto alejado del mundo.

"Vives...Mueres."
Frío, calor.
Loco invierno.

Tal vez cuando pasen los meses, los años, las costras,
y vea a ese hombre cantando con gestos de niño
y un traje de Elvis,
Moviendo la pelvis,
recuerde tu risa.

Las aves volando en tus dedos.

Quizá, sin saberlo, con los evos
regale mis días de lluvia,
el profundo desacuerdo de estas venas malheridas.

Puede que en los bares prometa una huida
que debió ser contigo,
de gira, de credos
que iban
en cuerdas prohibidas.

Seguramente cuando leas esto, me habré marchado en un coche a las seis,
y tú volverás del trabajo cansado.
Ya no habrá regalos, ni llamadas, ni ayer,
ni hoy, ni fui,
ni fue.
Seré con arruga, la niña que aún baila debajo de un árbol mojando la lluvia,

y nunca al revés.

Y puede que,
un día, casado, con hijos,
tocando...
te vuelva a llover.
Y suene Suarez de fondo,
y los ojos se pierdan en hojas de agosto.
Y recuerdes en notas
 a la niña loca que te regalé."


Akata 21/11/2012

lunes, 7 de enero de 2013


"Qué raras las despedidas. Tienen algo helador, como de muerte, y sin embargo despiertan la fuerza desesperada de la vida. Quizá las despedidas fundan un territorio, o nos devuelven al único territorio que de verdad nos pertenece, la soledad. Es como si, de tanto en tanto, una debiera regresar a esa zona, trazar una raya y decir: de aquí salí, esta era yo, ¿cómo soy yo? Antes creía que el amor  me iba a dar certezas. Nuestro amor me ha llenado de dudas. ¿Cómo soy? No lo sé, nunca lo he sabido bien. Me he quedado a solas conmigo ( a un lado yo, a otro lado ella) y de alguna manera eso ha sido posible gracias a tu compañía. [...] Una especie de Hola en el Adiós, ¿no sería así? Y mucho dolor, claro, eso primero que nada. ¡te estoy mareando! (Mejor, así podré robarte algún beso mientras das vueltas alrededor de estas líneas.) Hans, ¿te veré una vez más, aunque sea unos minutos, antes de que te vayas? Si me escapé una tarde, puedo escaparme dos. ¿Sabes qué dijo mi padre cuando me vio llegar con...?


...Para las despedidas, cómo tú dices. Creo que, en buena medida, vivir consiste en eso: en darles a las cosas la bienvenida que se merecen, y en despedirlas con la debida gratitud. Sospecho que nadie alcanza esa maestría. 

   Sophie, voy a confesarte algo. Antes, cuando volvía a algún lugar y me reencontraba con viejos amigos, era yo el que terminaba despidiéndose de todos. Ahora, no sé porqué , siento que los demás se despiden de mí. No sé si eso es bueno o malo. Uno pierde el temor a soltar el equipaje, pero también la certeza de que su contenido le pertenece. 


...Convencida de que los sedentarios tienen más nostalgias que los viajeros. ¿Tú que opinas? Para las personas sedentarias el tiempo pasa lento, deja huella, una huella como de caracol en las hojas del calendario. Creo que la quietud es el alimento del recuerdo. La nostalgia cae del lado de los que nos quedamos, y sé de lo que hablo. No hay nada que me deje más pensativa que ir a despedir a alguien, y quedarme viendo cómo el carruaje se hace pequeño hasta desaparecer. Entonces me doy media vuelta, y me siento una extraña en mi propia ciudad. [...]


Tienes razón, los viajeros huyen de la nostalgia. Cuando se viaja no hay tiempo para la memoria. Los ojos están llenos. Los músculos, cansados. Apenas quedan fuerzas ni atención para otra cosa que no sea seguir moviéndose. Hacer una maleta no te hace consciente de los cambios, más bien te obliga a postergar el pasado, y al presente lo absorbe la inquietud de lo inmediato. El tiempo resbala por la piel de los viajeros. ( ¿Cómo estará tu piel?, ¿a qué olerá hoy?, ¿ de qué color serán tus medias?) 
            Resbala el tiempo, sí. Después de un largo viaje, como si la abundancia provocara amnesia, uno suele pensar: ¿ ya está?, ¿Esto ha sido todo?, ¿dónde he estado realmente en este...?"



·Carta de despedida de Hans a Sophie y viceversa. Andrés Neuman