lunes, 7 de enero de 2013


"Qué raras las despedidas. Tienen algo helador, como de muerte, y sin embargo despiertan la fuerza desesperada de la vida. Quizá las despedidas fundan un territorio, o nos devuelven al único territorio que de verdad nos pertenece, la soledad. Es como si, de tanto en tanto, una debiera regresar a esa zona, trazar una raya y decir: de aquí salí, esta era yo, ¿cómo soy yo? Antes creía que el amor  me iba a dar certezas. Nuestro amor me ha llenado de dudas. ¿Cómo soy? No lo sé, nunca lo he sabido bien. Me he quedado a solas conmigo ( a un lado yo, a otro lado ella) y de alguna manera eso ha sido posible gracias a tu compañía. [...] Una especie de Hola en el Adiós, ¿no sería así? Y mucho dolor, claro, eso primero que nada. ¡te estoy mareando! (Mejor, así podré robarte algún beso mientras das vueltas alrededor de estas líneas.) Hans, ¿te veré una vez más, aunque sea unos minutos, antes de que te vayas? Si me escapé una tarde, puedo escaparme dos. ¿Sabes qué dijo mi padre cuando me vio llegar con...?


...Para las despedidas, cómo tú dices. Creo que, en buena medida, vivir consiste en eso: en darles a las cosas la bienvenida que se merecen, y en despedirlas con la debida gratitud. Sospecho que nadie alcanza esa maestría. 

   Sophie, voy a confesarte algo. Antes, cuando volvía a algún lugar y me reencontraba con viejos amigos, era yo el que terminaba despidiéndose de todos. Ahora, no sé porqué , siento que los demás se despiden de mí. No sé si eso es bueno o malo. Uno pierde el temor a soltar el equipaje, pero también la certeza de que su contenido le pertenece. 


...Convencida de que los sedentarios tienen más nostalgias que los viajeros. ¿Tú que opinas? Para las personas sedentarias el tiempo pasa lento, deja huella, una huella como de caracol en las hojas del calendario. Creo que la quietud es el alimento del recuerdo. La nostalgia cae del lado de los que nos quedamos, y sé de lo que hablo. No hay nada que me deje más pensativa que ir a despedir a alguien, y quedarme viendo cómo el carruaje se hace pequeño hasta desaparecer. Entonces me doy media vuelta, y me siento una extraña en mi propia ciudad. [...]


Tienes razón, los viajeros huyen de la nostalgia. Cuando se viaja no hay tiempo para la memoria. Los ojos están llenos. Los músculos, cansados. Apenas quedan fuerzas ni atención para otra cosa que no sea seguir moviéndose. Hacer una maleta no te hace consciente de los cambios, más bien te obliga a postergar el pasado, y al presente lo absorbe la inquietud de lo inmediato. El tiempo resbala por la piel de los viajeros. ( ¿Cómo estará tu piel?, ¿a qué olerá hoy?, ¿ de qué color serán tus medias?) 
            Resbala el tiempo, sí. Después de un largo viaje, como si la abundancia provocara amnesia, uno suele pensar: ¿ ya está?, ¿Esto ha sido todo?, ¿dónde he estado realmente en este...?"



·Carta de despedida de Hans a Sophie y viceversa. Andrés Neuman

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