domingo, 20 de julio de 2014

Un error prematuro

¿Y QUÉ IMPORTABA SER POETA O SER BASURA?


¿Dónde está la rabia? La he perdido, seguro. No sé si en alguno de los bolsillos del pantalón de hace unas horas, o si sigue aquí dentro y no tiene ganas de despertarse. Ya no es tan temprano como antes. 

Ya no hay tantos motivos para cabrearse. Supongo que ya no hay tantas personas que merezcan un buen enfado.  ¿Dónde está la rabia, joder? Eso que algunos llaman la musa, eso que me ahogaba en un mar de hielo o en una llama ardiente y viva. Eso que, sin yo quererlo, me hacía gritar más fuerte de dolor. ¿Dónde está?

Porque camino últimamente las aceras viejas que me decían: Salta. Todas las primeras veces que lloré. Buceo en la memoria para encontrar un atisbo del instante, para compilar mis huecos y poderlos calcar, y no me hallo. El pasado no me sirve como muelle de nada. Los de ahora no me sirven como huellas de nadie. Las palabras significan, pero sólo en otra parte. Aquí no, en mi no, en mi nunca ahora. 


¿Dónde está la perra que me miraba en la oscuridad de mi cuarto? ¿La que encendía la luz de la mesita, la que vertía sobre mi sueños de carne y me obligaba a levantar los párpados cuando la pena no podía ya más, cuando no podía más calarme las putadas? Mi rabia estaba en todas partes, en todos los rincones del planeta. Miraba a la luna y la entendía. Escuchaba el canto de los ojos de océano con hambre, tocaba una mano y escribía un verso. Pero ahora, ¿Qué demonios ha pasado? ¿Estoy  tan muerta que nadie me despierta aún con los brazos en alto? ¿Dónde está el rechinar de la histeria, la bacteria del domingo por la tarde? ¿Qué ha sido de la euforia de querer a alguien? ¿Qué ha sido de todo aquello por lo que merecía la vena escribir? 

El invierno me hace cicatriz. Las grietas de mis labios son la tregua. El invierno ha escarchado mi matiz: entre ser nada con nombre y ser poeta.



Akata.

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