martes, 6 de septiembre de 2016

EL CANTO ROJO DE LA NOCHE

La noche estrellaba sus figuras
en el bosque horadado de tinieblas.
La voz del roble
despertó la vulva,
oxígeno de madre, fuerza temerosa
de aquellos llamados bárbaros
por la mano roja
de todas las legiones.

En sus ojos, el fuego de la guerra,
en la espalda
su nombre de animal
valiente.
Es la rebelión de los Icenos,
figura de yegua
cargando el torque
de luz atragantado.

Voces de fieros Trinovantes
aullando hasta la unión de la sangre
y la Victoria: ¡Boudica!
¡Liberada hoz
que sesgas las gargantas
armadas de los hombres!
Tú que elevas los puños hasta el cierre
  y acaricias
las llagas enemigas
 con el filo de tus flechas,
haz del pueblo celta
una página tomada
y grita de nuevo a Andrasta
que no hay liebres capaces
de borrar
el triunfo que erigisteis.

Devuelve
aquella última noche
hasta el marcado camino
que Roma quiso
ensamblar sobre tu nombre.
Regresa a tu hogar, mujer
de cabellos afilados.

No dejes que los zorros
se conviertan en lobos
otra vez.
Despierta en ese pecho
que habla carne
 la sabiduría del Roble.
Y no consientas que tu voz 
se deshaga  jamás


sobre el llanto del misterio.

Diana Forte.

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