martes, 28 de septiembre de 2010

Carta a Marina.


Desde que te conocí las cosas me fueron bien, parecías una pequeña caja de sueños e ilusiones, ahondando siempre en los pequeños detalles. Sin duda llegué a adorar los paseos por la catedral, los calimochos y la zona de tascas...No es que nunca hubiese frecuentado bares, de hecho solía salir por aquellos sitios para bailar que tanto odiabas, es solo que contigo todo parecía algo novedoso y dulce, algo fresco. Me enseñaste el poder de las palabras y como una frase puede cambiarlo todo, a veces te miraba como si te comprendiera, pero es obvio que es más que difícil comprenderte. Sin embargo me impuse la dura tarea de conocer aquello que anhelabas, los miedos, los secretos que no decías. Me propuse hacerme un hueco en ti, y al parecer tú también lo pretendías, pues con el tiempo nos sellamos en la espalda las palabras más intensas: AMISTAD.

Recuerdo el día en que te vi llorar porque perdiste el control, y recuerdo muy bien como te consolaba pensando "¿cómo coño podemos ser tan iguales?¿qué clase de universo es este?". Muchas veces fuimos a la playa sin pensarlo demasiado, sin pensar.Muchos viajes hicimos sin pensarlo, sin pensar. Acabábamos con cambios de identidades hablando de amores verdaderos, aunque el mío se marchito antes de lo que esperábamos...Cuando el mundo se tambaleaba te vi reír. Siempre me gustó de ti esa visión de que todas las cosas podían cambiar, me gustaba mirarte y pensar que vivías en un cuento, porque tu mente era eso Marina...un cuento. Sabía que destacabas sobre el resto, y a menudo, cuando nadie te miraba y tu hablabas del futuro y del miedo a volar, yo podía ver la luz que desprendías, el halo de fuego y energía que me expulsabas en forma de amor con cada gesto, porque eras muy expresiva, todo sea dicho. Hicimos planes de hijos y de nombres.Pensamos en Malta, Irlanda, Escocia si algún día estábamos solteras...Me enseñaste y te enseñé lo que era la lealtad y la pasión por algo que tarde o temprano perecería. Pero en el lapso de tiempo, en el breve instante en que conducías a mi lado en tu coche gris, sentí que el cielo se alineaba y que ya nada podría interponerse en nuestro camino.


Solo que en tus días más oscuros, me entraban ganas de estrangular el pesimismo que tan bien ocultabas cuando te quedabas a solas. Eras obsesiva( ahora viene a mi memoria aquella obzecación por la barbie de pelo negro), eras imprevisible,loca, demasiado loca. Nunca sabías cuanto debías esperar,o si debías esperar algo .Siempre llamabas; a veces a altas horas de la noche, para preguntarm que debías hacer... Luego descubrí que ni en esas situaciones yo sabía que se debía hacer. Todo te daba miedo Marina, eras mentirosa a veces, "mentirosa para no hacer daño".- decías en voz alta, pero después me confesaste que era para encubrirte. Me pasé mil sesiones de terapia para que entendieras que amar no es forzar al otro a ser como querías, que las cosas salen solas como tú misma me decías, que la vida era mentira y la única verdad eran los segundos...Te encantaba dar lecciones que nunca cumplías, o casi nunca.

Eras un caso perdido.

Pero aún así, me hiciste pensar que las cosas tenían valor por lo que significan y no por lo que valen. Que uno puede llegar a donde quiera solo con pensarlo. Que hay cosas que son eternas...como esto.Te quise tal cual, con una sinceridad tan pura y cristalina que asustaba. Me quisiste y aceptaste tal cual, con una sinceridad abrumadora. Nos entregamos a ser simplemente, ya no teníamos ni que fingir las lágrimas.Nos convertimos en un refugio la una para la otra.



Pero ahora que el tiempo ha pasado y tengo 58 años, me he perdido, me he perdido en esta casa, en esta vida que no se si quiero, en mis ojos verdes como el mar en invierno. Me he perdido sin ti más que nunca en mi vida, y por más que chillo o te llamo, por más que marco el teléfono que ahora comunica no puedo sino echarte de menos...Esperar que vuelvas algún día, que respondas y me dejes regresar a nuestra cueva. Que sepas que no nos hemos transformado en cáscaras de pera, que somos las mismas que jugaban a series y salidas. Me equivoqué y escribo esta carta con la esperanza de que la leas y sepas encontrar el camino de vuelta que he trazado...Porque te necesito, porque lo necesito.







Con cariño, Elisabeth.

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