martes, 19 de julio de 2011

Posos del café


Un terrón de azucar y todo el amargor del café se vuelve dulce. Remueves lentamente el contenido mientras el sonido de la cucharilla te transporta a la metáfora de la magdalena de la novela de Proust "En busca del tiempo perdido". En la calle hace frío, como todos los veranos en que uno se queda sólo, y vacío, y piensa en las infinitas incursiones y exóticos pensamientos que poblaban su mente allá en diciembre, y que ahora se marchitan en un café de cualquier calle de Murcia, bajo la solana apestosa y la humedad desgraciada. Sorbes suave porque quema, por que la vida quema como todas esas cosas que te dejaste por hacer, que nunca harás; todos los besos que jamás probarás, las canciones que nunca oirás, las montañas que nunca harán de ti un alma libre; todos los libros que no entenderás, los segundos que serán para ti un insignificante preámbulo de otros segundos insignificantes, todos los instantes que vivirás sin haber vivido...Acabarán por quemarte en un día como este, en que las semanas marchen bien, pero el corazón dicte ecuaciones distintas. Remueves el poso y enjugas tus labios, revisas al camarero un par de veces, como si no lo hubieses visto en tu puta vida, y sales del bar, con cien años más, con menos juguetes a los que aferrarte y más destinos en los que creer.




Akata.

No hay comentarios:

Publicar un comentario