martes, 6 de septiembre de 2011

10/7/2011


Escuchando Vetusta Morla, Los días raros, tengo uno de esos días raros, no puedo pensar en nada que no sea melancólico. Todos los discursos de películas que vienen a mi mente son de droga, muerte o reflexión al final del camino. No cambia nada, ¿ o cambia todo? Demasiada información para una noche tan corta, revolver, coger las tripas y extirparlas para leer en sus adentros cual era ese destino ya no tiene sentido, para mi no. Me gustaría poder gritar que aquella etapa de mi vida ya pasó, que lo que queda son virutas de cigarro, polvo de tormenta, viento de un mar helado después del verano. No hay nostalgia, ni hay esperanzas para nada, no las necesito con él a mi lado. ¿Pero porqué es tan complicado simplemente decir lo que se siente? ¿Por qué no se podrá abrir una boca como un buzón malherido y dejarla de par en par tragando y escupiendo toda la propaganda acumulada?

A veces pienso si este es el camino que me tocaba, o si realmente este es el camino que le tocaba a otro, que ahora está en un estrecho paralelo,observándome sonriente, dándome gracias por la vida que se supone que no tendría jamás. ¿Cómo he llegado aquí? Tan sin hacer nada, tan muerta, recorriendo cada dos por tres miles y miles de páginas de la red en busca de quien sabe qué, ya no se ni lo que busco. Pero un vacío toma mi cuerpo y lo va separando con sus manos. Tengo miedo, de todo. Vivo con miedo, el miedo es un padre que nunca nadie eligió, pero que nos obliga y nos dicta cuando podemos ser valientes. Y yo soy esa montaña rusa a la que unos cuantos temerarios se suben para comprobar si es tan espectacular como creían. A menudo descubren que no, que sólo era fachada, pero los que finalmente se quedan, tal vez descubran esa clase de certezas que se dan una vez en la vida. Respira linda. Respira.

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