lunes, 1 de junio de 2015

Pero nunca me deshago de mi viejo yo, solo lo reinvento

Hoy es uno de esos días como esos días en que uno se escribe algo torpe para recordar en el futuro. Aunque ni siquiera sepa de qué futuro esté hablando. 
Hoy es uno de esos días en que uno llora los soles que ya han caído por el balcón de otros. 
Llora los días de verano y esos amigos que no volverán pero que siempre estuvieron.
Se hace pesada la hora de la cena en una casa vacía de recuerdos que no pueden regresar,
pero se sigue sonriendo como un gran idiota perdedor 
que ahora sabe que lo ha ganado todo.
Y siempre lo hará.
Así me siento, sin la obligación de tener que escribir, pero con la necesidad de tener que desvestirme 
delante de este texto. 

Con los perros, con mi perro, perdón, en las alforjas de mis ojos, corriendo a destiempo detrás de su saliva. 
Dándome los buenos días; diciéndome: eres joven siempre, siempre lo serás ante mi mansedumbre. 
Este es uno de esos días en que el mundo arde pero nadie se da cuenta, 
las franjas azules del pueblo cortan el aliento a los que sueñan 
y les hace heridas en los párpados hasta dejarlos pasmados. 
Echan de menos todo lo que odiaron de sí mismos, todo lo que vieron en otros que admiraron y,
 todo lo que entonces detestaban, de repente, 
cobra el cariz de un buen cuento, abriéndose en canal como una foto sin temor a pesadillas. 

Hoy es uno de esos días en que el cerebro pica como no picaba desde hace inviernos.
En que canto a la madre de todas las madres: la mía; y la amo y la venero por ser eternamente mi gran diosa. 
Hoy, como ayer, los versos 
nacerán un poco más cansados, más pesados, furibundos y amarillos, 
pero seguiré cantando. 
Esa es la rutina de mi vida. Vivir tan fuertemente que no duela tan solo el estallido, 
que la melancolía sea el paso abierto a otros tantos días de verano.

Así es como pienso recordar lo que he sentido. Las infidelidades, los vahídos, las golpeteadas de pecho en las aceras, 
las borracheras de noches y de día, las horas en que no me quise tanto. 
Así es como renaceré cada vez que quiera perderme, aunque sea un poquito. 
Sonreiré sola con el nudo en la faringe y las cosas delante de los morros: bizcas y felices. 

Hoy es uno de esos días en que nada importa más que este misterio, este deseo de continuar la vida, de no bostezar ante lo bueno. De no ponerme más la zancadilla, descubrir que hay montañas de desvelo, cumbres que me esperan todavía. 
Besos sin más miedo. Poemas que gritarles sin la rima.

Ya, ahora,"Que hoy es siempre todavía, que nunca nos gustaron las despedidas...pero si las quimeras."



Diana Forte.

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