viernes, 13 de enero de 2017


                                                                       YO SOY



Yo soy. Con o sin importancia, con y sin dependencia. Soy. Porque Zambrano hablaba del claro y yo hablo de la luz. Porque puede que ella también supiese de la luz, tratase más con ella que yo con las palabras. Porque soy. Esto es, no es necesario saber el punto en que me hallo, no es obligatorio saber dónde debo esgrimir mis argumentos para hacerme un hueco tierno en la boca de otra de las mil ciudades que pienso conquistar. Yo soy. Estoy aquí. Magnífica abominación perfecta dentro de mi existencia. Me quiero. 



Diana Forte.

domingo, 27 de noviembre de 2016

Maldita, inútil locura

Como en la sucesión de ideas encontradas, hallo mis formas en el frío de un parque andaluz, de una farola, de una salida a toda prisa de la casa vieja en la que aúllo aún los sueños. Que no me faltan derrotas y siempre me hacen falta besos. Yo, que encontraba en mí la perfección exagerada de lo que ya no existe. Mas una y otra vez humana, sigo buscando el hueco que me corresponda, sigo intentando ser quien quiera que sea quien esté ahí adentro. El frío hace conmigo lo que conmigo hace la distancia, o la lluvia, o la impaciencia. Temo que no vuelva nunca esa creencia invencible de ser fiel a lo que soy, aunque nunca me haya gustado. No escribo para nadie, escribo para mi pobre corazón quebrado. Que no es lo mismo saberse, que ser sensible a los impactos. Pero que aquí caigo, en el frío. Sin contar nada que no sea el congelado de mis dedos. Sin nada nuevo que no sea esta locura infinitamente absurda. Te vas y yo regreso del lugar de mi mente en que me hallaba obstruida. Te vas a otro país para que yo empiece a caminar sola. Y en esa soledad me hablo con todos mis demonios y hago al fin las paces. Cansada ya de que me digan que nunca fui suficiente. Cansada de las bromas dolorosas del hallazgo insolente de ser menos que el resto. Pero vaya. Que te vas a cualquier parte y yo regreso. Más firme, más ruda, más guerrera. Y no me importa ya que los vientos no me surquen. O que el amor me amargue la tristeza. Yo no quise preguntar cuando volvías. No quise preguntar cuando parabas. En qué momento volverías a estar loco.

Maldita, inútil locura.


Diana Forte.

miércoles, 19 de octubre de 2016

ALIENTO DE NOSTALGIA

ALIENTO DE NOSTALGIA



De repente estaban ahí. Yo no los había invocado, y mucho menos quería volver atrás, pero una ligera pústula de color violeta iba naciendo en alguna parte de mi cerebro. Me zarandeaba constantemente la sensación de que toda mi infancia, toda mi adolescencia, toda la etapa magna de mi vida, se había esfumado como el humo de una obra a las 4 de la tarde. No sabía qué estaba sucediendo. Los ojos iban y venían, de una sucesión de imágenes de personas que una vez tal vez conocí, a la página abandonada de mi ex. Ese ex al que yo había decidido condenar a la culpa y el dolor perpétuo. Esa persona triste y deprimida que no había tenido el valor necesario para enfrentar las cosas a su debido momento. Nada más alejado de mi actuación. Me había pasado los cuatro años de relación buscando manos ajenas y, sin embargo, ahora me parecía el ser más escandalosamente maravilloso sobre la faz de la tierra. Todos los que se habían aprovechado de mi buena voluntad o, aquellos que en algún momento de su existencia me habían regalado palabras de miel, ahora se me antojaban como héroes de marvel. Salvadores de un destino incierto que parecía irse todas las mañanas junto a la manta de los pelos del gato. 
Sí, vivía en otra ciudad, desayunaba en otra ciudad, el ruido de las calles cada despertar era, sin duda, de otra ciudad. ¿Qué estaba haciendo allí? El destino había decidido rebelarse contra mí. En ese preciso instante en que me levantaba para ir al baño y mirarme al espejo, todas las facciones de todos a los que un día amé se aparecían como una especie de ensoñación mitificada. Yo sabía que era una ilusión, una pandemia de exaltación por la nostalgia, pero no podía alejar de mí esa sensación magullante que me decía que "cualquier tiempo pasado había sido mejor". ¿Lo había sido? Desde luego que no. Entonces, ¿por qué había olvidado con tanta facilidad el posible brillante presente? ¿Necesitaba volver atrás? ¿Cuándo había empezado esta oleada de `saudade´ extrema? ¿Para qué? ¿Era la forma que tenía mi cerebro de decirme que quería huir? No podía contestar a ninguna de aquellas preguntas. Lo sabía. Sin embargo, las imágenes no dejaban de venir a mi cabeza. Me vestía, me arreglaba, bajaba a comprar el pan, y allí estaba mi etapa en la Universidad. Esas mañanas despreocupadas en las que solo tenía que plantarme en una silla y despreciar al mundo por haberme hecho levantarme tan temprano. Solo tenía que mirar a mis amigas y proponer alguna escapada a los bares de enfrente para mitigar el aburrimiento juvenil. Yo era un ser humano en proceso de algo. Y parecía algo importante. ¿Y ahora? Ese ser humano que tejía palabras en las libretas y dibujaba formas de futuro no encuentra nada en su presente que quiera conservar. Y no digamos que desea eliminar nada de su vida, simplemente, es como si las cosas le rozasen. Como si las cosas me rozasen. Me siento al borde de algo y siento que mi única salida es huir. Pero, ¿hacia dónde? ¿Y para qué? Hace un año fui feliz, y ahora solo puedo recordar la nostalgia. No sé qué está pasando. No quiero nada de lo que tuve, pero mi cerebro anhela todo lo que fue. Se está convirtiendo en una especie de monstruo silente. Y yo me estoy convirtiendo en una adoradora del sonido del teclado en mis dedos. El odio existe porque tiene forma de palabra. El odio es real porque tiene conciencia. Igual que la tristeza. Igual que la melancolía. Aunque eso ya lo sabía Von Trier. 

lunes, 17 de octubre de 2016

jueves, 8 de septiembre de 2016

EL CONCIERTO



Tragada tu voz alrededor de un cuadro oscuro

el micrófono carga

tu aliento de sangre;

y dota
                de peces viscosos,

peces de hambre entregados a la masa,

los cuerpos heridos

que en la noche
                              te nombran.


Las nucas se aceleran como cuervos

que exigen su derrota

Se expanden, modulan con tu ritmo

las vértebras que el verso ha despertado.


Yo presiento.

Yo en el hueco de tus palabras de llanto,

yo en las sombras quebradas por los focos,

yo
          engullendo
                                 tu texto desdentado

Arrancándome del sueño que será

el sueño eterno

                                de esta última noche.

Eres mío y no; mío y de todos; y no.

Dentro del tímpano, en las manos

de quien clama

                              eres, también,

grave falange de los dedos

que yergo ante tu grito.

Y no.


La sala se estremece. Vuelvo a la penumbra

donde los monstruos de tu llaga rompen la sinergia.

Cantas,

               y cantas como el puño revienta

en la boca de una puta

Y como el orgasmo sacude la tierra

en el pico exacto de una grieta.

Cantas,
              y todas las voces sordas

entran y salen de ti.


Los platos ahora giran. Rápido y dulce

me enveneno,

absorbo la cerveza

como Cronos absorbe la libélula en tu vientre.

Un bicho te cabalga en la garganta.

Un bicho que no sirve más que para el sueño

más que para advertir la certeza

de lo que nunca jamás

podría haber sido.


He terminado de esconderme.

Acaba el concierto. Vértigo en la sala.

Bailo ya y resbalo hasta la barra

como un súcubo sonriendo

al final de la partida. No hay más dramas.


Apagas el silencio. Descansan entonces

los pedazos de légamo

que siempre encuentro en tus rimas

Y despiertas otra vez

                                       al gran espacio en que

no sabes que piensan.

Y no importa.


Todos aplauden.





Diana F.

martes, 6 de septiembre de 2016

EL CANTO ROJO DE LA NOCHE

La noche estrellaba sus figuras
en el bosque horadado de tinieblas.
La voz del roble
despertó la vulva,
oxígeno de madre, fuerza temerosa
de aquellos llamados bárbaros
por la mano roja
de todas las legiones.

En sus ojos, el fuego de la guerra,
en la espalda
su nombre de animal
valiente.
Es la rebelión de los Icenos,
figura de yegua
cargando el torque
de luz atragantado.

Voces de fieros Trinovantes
aullando hasta la unión de la sangre
y la Victoria: ¡Boudica!
¡Liberada hoz
que sesgas las gargantas
armadas de los hombres!
Tú que elevas los puños hasta el cierre
  y acaricias
las llagas enemigas
 con el filo de tus flechas,
haz del pueblo celta
una página tomada
y grita de nuevo a Andrasta
que no hay liebres capaces
de borrar
el triunfo que erigisteis.

Devuelve
aquella última noche
hasta el marcado camino
que Roma quiso
ensamblar sobre tu nombre.
Regresa a tu hogar, mujer
de cabellos afilados.

No dejes que los zorros
se conviertan en lobos
otra vez.
Despierta en ese pecho
que habla carne
 la sabiduría del Roble.
Y no consientas que tu voz 
se deshaga  jamás


sobre el llanto del misterio.

Diana Forte.

viernes, 15 de julio de 2016

Logos

De toda mi matriz
nace un idioma
herido por tus manos.
Ahora hablo el verso
del mamut errante
de los pájaros esféricos
que penden del
silencio.

Antes un poema,
ahora un susurro
de bardo sin misterios.
De todo mi centro
en este instante
crecen las raíces
que a ti
quieren llevarme.

Y duele.

Duele
como solo ya
puede dolerse
lo que nunca existe.


Diana Forte.