La mediocridad, el vacío, las libélulas azules los días de lluvia. Las naranjas podridas, el fracaso, los sueños enfermos, la vanidad y la evidencia. Aquí yace el miedo transformado en rabia, en ira, en verso y algo más.
jueves, 23 de marzo de 2017
¿Sobre la Poesía?
¿SOBRE LA POESÍA?
Dicen,
No hablas en los poemas
de Poesía. Ya sabes,
la falta de trabajo, la cabeza ladeada
contra el suelo
los ojos, si acaso, un poco más cansados;
viejos.
No escupes, ni gargueas lo importante:
Que a este País le faltan, tal vez,
ciertos magnates de conciencia
Le sobran —sin apelar a las ruinas
ocultas de sus urbes—,
políticos corruptos y sapio-politólogos.
Solo ordenas el caos de tus valientes
y asustas
a tus pocas filigranas de cordura.
Porque te duele, ¿verdad?
Y eso se nota.
Sin embargo, no puedes dedicarte únicamente
a la azul tarea de convertir
a hombres en diamantes.
Dicen,
no hablas de Poesía, no escribes lo importante:
el aborto y el suicidio, lo transgénero,
lo marcado como frágil, lo privado.
¿Por qué, Diana, no dibujas "Libre"?
Solo grapas de lluvia en tus pupilas
y alguna cita malsonante
sobre lo que está de moda.
Amantes que te recordarán el golpe de la nieve
y versos,
muchos versos sobre ti
y sobre lo pactado.
Dicen, así,
hazte un hueco en este mundo
y yo
que ni leo, ni me nombro, ni me escucho
repito: "Noli me tangere", sin zapatos acordes con la broma,
sin futuro
sin recuerdo del pasado:"Noli me tangere".—cito a Claudia— Y siento la piel más firme
y más adentro (Millennial del palo, niña boba).
Solo grieta en la baldosa y sus insultos
dolor
dolor absurdo masticado
sin los ojos.
¿Y eso no es reflejo
de la negativa
de entrar dócilmente en esa buena noche?
¿De huir de mi ciudad española
en la que no crece la ciencia, donde todos
llevan casco de persona, donde amar es
el nuevo verbo decidido?
A mi tristeza voy porque yo siento
en ella a los que esperan
que el mundo cambie pronto.
A mis palabras voy para rajar lo dado por supuesto,
lo marcado por otros
creídos dueños del libro mundial
de la fama y la tecnología.
Dicen,
¡Venga, recuérdanos la sangre! ¡Olvida tus fracasos! ¡Escúpenos Poesía!
Pero yo sé, que escribo de mí porque es sagrado
el pacto que tengo con vosotros.
Diana Forte.
viernes, 13 de enero de 2017
YO SOY
Yo soy. Con o sin importancia, con y sin dependencia. Soy.
Porque Zambrano hablaba del claro y yo hablo de la luz. Porque puede que ella
también supiese de la luz, tratase más con ella que yo con las palabras. Porque
soy. Esto es, no es necesario saber el punto en que me hallo, no es obligatorio
saber dónde debo esgrimir mis argumentos para hacerme un hueco tierno en la
boca de otra de las mil ciudades que pienso conquistar. Yo soy. Estoy aquí.
Magnífica abominación perfecta dentro de mi existencia. Me quiero.
Diana Forte.
domingo, 27 de noviembre de 2016
Maldita, inútil locura
Como en la sucesión de ideas
encontradas, hallo mis formas en el frío de un parque andaluz, de una farola,
de una salida a toda prisa de la casa vieja en la que aúllo aún los sueños. Que
no me faltan derrotas y siempre me hacen falta besos. Yo, que encontraba en mí
la perfección exagerada de lo que ya no existe. Mas una y otra vez humana, sigo
buscando el hueco que me corresponda, sigo intentando ser quien quiera que sea
quien esté ahí adentro. El frío hace conmigo lo que conmigo hace la distancia,
o la lluvia, o la impaciencia. Temo que no vuelva nunca esa creencia invencible
de ser fiel a lo que soy, aunque nunca me haya gustado. No escribo para nadie,
escribo para mi pobre corazón quebrado. Que no es lo mismo saberse, que ser
sensible a los impactos. Pero que aquí caigo, en el frío. Sin contar nada que
no sea el congelado de mis dedos. Sin nada nuevo que no sea esta locura
infinitamente absurda. Te vas y yo regreso del lugar de mi mente en que me
hallaba obstruida. Te vas a otro país para que yo empiece a caminar sola. Y en
esa soledad me hablo con todos mis demonios y hago al fin las paces. Cansada ya
de que me digan que nunca fui suficiente. Cansada de las bromas dolorosas del
hallazgo insolente de ser menos que el resto. Pero vaya. Que te vas a cualquier
parte y yo regreso. Más firme, más ruda, más guerrera. Y no me importa ya que
los vientos no me surquen. O que el amor me amargue la tristeza. Yo no quise
preguntar cuando volvías. No quise preguntar cuando parabas. En qué momento
volverías a estar loco.
Maldita, inútil locura.
Maldita, inútil locura.
Diana Forte.
miércoles, 19 de octubre de 2016
ALIENTO DE NOSTALGIA
ALIENTO
DE NOSTALGIA
De
repente estaban ahí. Yo no los había invocado, y mucho menos quería volver
atrás, pero una ligera pústula de color violeta iba naciendo en alguna parte de
mi cerebro. Me zarandeaba constantemente la sensación de que toda mi infancia,
toda mi adolescencia, toda la etapa magna de mi vida, se había esfumado como el
humo de una obra a las 4 de la tarde. No sabía qué estaba sucediendo. Los ojos
iban y venían, de una sucesión de imágenes de personas que una vez tal vez
conocí, a la página abandonada de mi ex. Ese ex al que yo había decidido
condenar a la culpa y el dolor perpétuo. Esa persona triste y deprimida que no
había tenido el valor necesario para enfrentar las cosas a su debido momento.
Nada más alejado de mi actuación. Me había pasado los cuatro años de relación
buscando manos ajenas y, sin embargo, ahora me parecía el ser más
escandalosamente maravilloso sobre la faz de la tierra. Todos los que se habían
aprovechado de mi buena voluntad o, aquellos que en algún momento de su
existencia me habían regalado palabras de miel, ahora se me antojaban como
héroes de marvel. Salvadores de un destino incierto que parecía irse todas las
mañanas junto a la manta de los pelos del gato.
Sí, vivía en otra ciudad,
desayunaba en otra ciudad, el ruido de las calles cada despertar era, sin duda, de otra ciudad. ¿Qué estaba haciendo allí? El destino había decidido rebelarse
contra mí. En ese preciso instante en que me levantaba para ir al baño y
mirarme al espejo, todas las facciones de todos a los que un día amé se aparecían
como una especie de ensoñación mitificada. Yo sabía que era una ilusión, una
pandemia de exaltación por la nostalgia, pero no podía alejar de mí esa
sensación magullante que me decía que
"cualquier tiempo pasado había sido mejor". ¿Lo había sido? Desde luego
que no. Entonces, ¿por qué había olvidado con tanta facilidad el posible
brillante presente? ¿Necesitaba volver atrás? ¿Cuándo había empezado esta
oleada de `saudade´ extrema? ¿Para qué? ¿Era la forma que tenía mi cerebro de
decirme que quería huir? No podía contestar a ninguna de aquellas preguntas. Lo
sabía. Sin embargo, las imágenes no dejaban de venir a mi cabeza. Me vestía, me
arreglaba, bajaba a comprar el pan, y allí estaba mi etapa en la Universidad.
Esas mañanas despreocupadas en las que solo tenía que plantarme en una silla y
despreciar al mundo por haberme hecho levantarme tan temprano. Solo tenía que
mirar a mis amigas y proponer alguna escapada a los bares de enfrente para
mitigar el aburrimiento juvenil. Yo era un ser humano en proceso de algo. Y
parecía algo importante. ¿Y ahora? Ese ser humano que tejía palabras en las
libretas y dibujaba formas de futuro no encuentra nada en su presente que
quiera conservar. Y no digamos que desea eliminar nada de su vida, simplemente,
es como si las cosas le rozasen. Como si las cosas me rozasen. Me siento al
borde de algo y siento que mi única salida es huir. Pero, ¿hacia dónde? ¿Y para
qué? Hace un año fui feliz, y ahora solo puedo recordar la nostalgia. No sé qué
está pasando. No quiero nada de lo que tuve, pero mi cerebro anhela todo lo que
fue. Se está convirtiendo en una especie de monstruo silente. Y yo me estoy
convirtiendo en una adoradora del sonido del teclado en mis dedos. El odio
existe porque tiene forma de palabra. El odio es real porque tiene conciencia.
Igual que la tristeza. Igual que la melancolía. Aunque eso ya lo sabía Von
Trier.
jueves, 8 de septiembre de 2016
EL CONCIERTO
Tragada tu voz alrededor de un cuadro oscuro
el micrófono carga
tu aliento de sangre;
y dota
de
peces viscosos,
peces de hambre entregados a la masa,
los cuerpos heridos
que en la noche
te nombran.
Las nucas se aceleran como cuervos
que exigen su derrota
Se expanden, modulan con tu ritmo
las vértebras que el verso ha despertado.
Yo presiento.
Yo en el hueco de tus palabras de llanto,
yo en las sombras quebradas por los focos,
yo
engullendo
tu texto
desdentado
Arrancándome del sueño que será
el sueño eterno
de esta última
noche.
Eres mío y no; mío y de todos; y no.
Dentro del tímpano, en las manos
de quien clama
eres, también,
grave falange de los dedos
que yergo ante tu grito.
Y no.
La sala se estremece. Vuelvo a la penumbra
donde los monstruos de tu llaga rompen la sinergia.
Cantas,
y
cantas como el puño revienta
en la boca de una puta
Y como el orgasmo sacude la tierra
en el pico exacto de una grieta.
Cantas,
y todas
las voces sordas
entran y salen de ti.
Los platos ahora giran. Rápido y dulce
me enveneno,
absorbo la cerveza
como Cronos absorbe la libélula en tu vientre.
Un bicho te cabalga en la garganta.
Un bicho que no sirve más que para el sueño
más que para advertir la certeza
de lo que nunca jamás
podría haber sido.
He terminado de esconderme.
Acaba el concierto. Vértigo en la sala.
Bailo ya y resbalo hasta la barra
como un súcubo sonriendo
al final de la partida. No hay más dramas.
Apagas el silencio. Descansan entonces
los pedazos de légamo
que siempre encuentro en tus rimas
Y despiertas otra vez
al gran
espacio en que
no sabes que piensan.
Y no importa.
Todos aplauden.
Diana F.
martes, 6 de septiembre de 2016
EL CANTO ROJO DE LA NOCHE
La noche estrellaba
sus figuras
en el bosque horadado
de tinieblas.
La voz del roble
despertó la vulva,
oxígeno de madre,
fuerza temerosa
de aquellos llamados
bárbaros
por la mano roja
de todas las legiones.
En sus ojos, el fuego
de la guerra,
en la espalda
su nombre de animal
valiente.
Es la rebelión de los Icenos,
figura de yegua
cargando el torque
de luz atragantado.
Voces de fieros Trinovantes
aullando hasta la
unión de la sangre
y la Victoria: ¡Boudica!
¡Liberada hoz
que sesgas las
gargantas
armadas de los
hombres!
Tú que elevas los
puños hasta el cierre
y acaricias
las llagas enemigas
con el filo de
tus flechas,
haz del pueblo celta
una página tomada
y grita de nuevo
a Andrasta
que no hay liebres
capaces
de borrar
el triunfo que
erigisteis.
Devuelve
aquella última noche
hasta el
marcado camino
que Roma quiso
ensamblar sobre tu
nombre.
Regresa a tu hogar,
mujer
de
cabellos afilados.
No dejes que los
zorros
se conviertan en lobos
otra vez.
Despierta en ese pecho
que habla carne
la sabiduría del
Roble.
Y no consientas que tu
voz
se deshaga jamás
sobre el llanto
del misterio.
Diana Forte.
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