martes, 17 de enero de 2012

Si no desayunaba con él,no habrían podido charlar más que los domingos


·Su boca,su escarpada boca, como mil guerreros ateridos por la fuerza de la inercia mortal.

Que amó más los mil dientes de su violencia que la libertad de sus entrañas , y quiso el fuego, y la furia, y sintió el llanto tibio cuando tuvo que mentir para no hallar ni una palabra.

Que demasiadas,demasiadas todas bajo cero, y sin sentido esculpió en mármol frío la perfecta armonía de lo grotesco, por primera vez adoró lo dulce que tiene lo grumoso y feo,lo bellamente horrendo, y ella no solía adorar porque creía que era de putas; pero si, adoró hasta saciarse de la víbora que abrasaba y tuvo que focalizar todas sus contradicciones al que nunca la había mirado.

Con el tiempo, ella comprendió la necesidad de paz que no entendía para nada en aquella habitación, y, para masturbarse, pintó el techo de su cuarto de negro y pegó con celofán mil estrellas y constelaciones.

Recordó porqué estaba allí, recordó cual era su nombre y su fianza. Y con la pintura aún fresca, se tiñó de noche mientras sonreía.

2 comentarios:

  1. Siempre me ha interesado ver la belleza de la fealdad. En las noches más oscuras las luces más tenues se hacen deslumbrantes.
    No estoy seguro de si es síntoma de enfermedad o de profunda veracidad alcanzar a emocionarse con las formas de lo deforme, pero sí de que, al menos mis ojos, están enfermos de libertad y de que algunos ángeles nos parecen demonios.
    También, de que aquí veo intensa lírica desgarradora (ya no desgarrada)y aún así, bella.

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  2. ¿Se puede llegar al éxtasis más auténtico masturbándose bajo una noche estrellada de pintura bajo el techo de nuestra imaginación?

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