jueves, 11 de abril de 2013

Grasa


-Les enseño mis poemas y dicen: "No entiendo." "Arabescos indescifrables."
La poesía no se entiende, la poesía no se escruta,
la poesía ha de sentirse; se filtra en lo mas hondo.
No hace falta entender cada palabra, cada silencio.
Lo único necesario, es que al cerrar los ojos, el eco de una voz lejana acongoje
sin reservas
el corazón del que ha leído,
el corazón del que hace un segundo,
ni veía, ni sentía, ni palpaba.

Akata.



De la gloria magnífica de la que hablaba el poeta,
del genio, de las musas
 con sus siete mimbres  
bien dopados de mentiras.

Arriésgate, 
no cuesta nada,
salvo la ambigüedad de la mirada de dos mundos,
los ojos de los otros,
ojos vagos.
Si ser con esfuerzo es 
ser y punto,
¿Por qué hay quién no es y es sin ser nada?
¿Por qué hay poetas que cogen corazones y
desgranan 
con sus palabras combadas
una vida, 
creyendo que amamantan 
la sequía de la fuente?
Esos nuevos jóvenes escritores 
deberían temernos.
Deberían sentir el miedo cuando escuchasen
los relámpagos.

Pero, se suben al escenario como moscas a la mierda,
y sueltan eso mismo 
para que en las palmas
del aplauso
los payasos recojan sus difterias,
que se hinchen como sapos que orgullosos
creen haber contemplado 
Delfos 
en una hora.

¿A quién engaña más la mentirosa?

Al resentido, al fatigado.

Si yo subiese a ese gran estrado, si recitase
los sonidos del invierno...
Mo y todos sus te quieros, sus palurdas obsesiones 
anticuadas,
morirían de sobredosis en el Hades
 con las siete mil
putas olvidadas.

Ser poeta no es sólo
hablar de amor 
a toda llama.

Qué poca poesía hacéis-sin llaga-
los que sólo os preocupáis de
8:00 a 2:00 
de sacar al parvulario 

a tomar soda.







Akata.

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