viernes, 15 de abril de 2011

Historias sin fuste ni fe


Me picaban los ojos, y el amor, y los ojos de nuevo. Hacía ya unos cuantos días en que las sábanas y yo nos habíamos hecho confidentes, no podía levantarme de aquella cama ni aunque me lo propusiese. Allí tenía todo cuanto necesitaba, una botella de vino que pretendía estar casi vacía, revistas de los años ochenta sobre música rock y drogas, y los sueños, que me mantenían alejada de la enorme pesadilla que era mi existencia. En aquel rincón del mundo nadie podría venir a perturbar mi tranquilidad, allí no era aquella niña asustada que había matado a su padre a sangre fría de once cuchilladas en la espalda. Allí únicamente era Tania, Tania la adolescente y alocada, Tania la revoltosa que se escondía tras las papeleras del instituto para dibujar graffitis en las paredes. Tania la estudiante extrovertida y con talento. En esa cama podía soñar que mi padre estaba vivo y que aún no había albergado todo aquel odio sobre su nombre. Soñaba que estabamos jugando a la ajedrez un día de lluvia en el salón de casa, y que el se reía con su enorme barba a lo Che guevara; y que yo intentaba comerme una de sus piezas mientras un trueno sonaba para hacerme tiritar.

Parece imposible, pero bajo las mantas no podía pensar en otra cosa que no fuera el silencio. Se que cometí un asesinato y que se supone que eso deja secuelas, pero yo estaba genial, estaba radiante con la botella de vino enjugando mis labios y las revistas de páginas ajadas. Me entregaría a la policía tarde o temprano, yo sabía que no podría estar eternamente allí escondida, sabía que debía pagar por lo que había hecho. Pese a mis gamberradas, era una niña ejemplar; no me metía con nadie y todos me adoraban, así que, mi sentido común, también excepcional, me decía que debía entregarme. Pero lo que no podía digerir mi colapsada mente era ¿cómo iba yo a explicarle a la policía por qué lo había hecho? ¡Iban a pensar que estaba loca! ¿Lo estaba? ¿Cómo podría contarles que, cuando era un infante, apenas una niñita de cinco años, estaba durmiendo en la cama de mama por que papa estaba de viaje y, mientras mama se echaba las cremas que la harían parecer veinte años más vieja, yo, con mi inocente manita de recién nacida pulse un botón y cambié de canal?¿ Cómo iba a explicarle que lo que vi hirió mi virgen corazón y perforó mi mente hasta convertirla en algo monstruoso y deforme?¿ Cómo decirle a un policía que maté a mi padre por que vi a un negro meter su enorme picha hasta la traquea de una rubia oxigenada que hincaba sus uñas de putón al sofa mientras gritaba que le diera por el culo? ¿Qué le iba a decir?¿ Qué pensé que ese negro hijo de puta le estaba haciendo daño a la blanca comepollas? ¿Y de verdad espero que ese hombre ante el que voy a dar testigo del desagradable asesinato se crea que he asesinado a mi padre sólo por que vi un video porno cuando tenía cuatro años por accidente? Por que mi madre era rubia y pensé.- <<¿le hará daño papá a mamá metiéndole algo que no le gusta?>>.-mientras veía ese video.¡Bah! Estaba condenada a la cárcel con total seguridad, pero aún no estaba preparada. Aún tenía que zanjar unos cuantos cabos sueltos por la ciudad, aún me quedaban un par días entre las sábanas sucias y las revistas de rock. Aún tenía que idear la forma de parecer cuerda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario