miércoles, 25 de septiembre de 2013

¿Dónde, dónde? Dando



Dámaso Alonso pensaba, preguntaba a Dios si Dios
se hallaba. Si había una mosca en su sien dictando un pentagrama
mudo. Él gritaba al mundo que le diera un nombre, que pusiera
un punto y final a todas sus interrogaciones.
Pero no preguntó al hombre, que era el único capaz de entender
a Dios, porque es más Dios que hombre, y viceversa.
No preguntó a su carne por qué no había respuestas desde
el cielo negro. Se limitó a balbucear y a condenar al murciélago
de la blanca leche. A gemir como un niño ronco y asustado
que teme no ser correspondido.
No preguntó al hombre, no preguntó al dador de toda fuerza.
Al endeble capaz de crear mundos.
Y ahora, por su culpa y
quizá, por la de otros tantos de cientos, yo pregunto a Dios
dónde está la palabra que nos debe. Donde está el que responde,

y para qué tanta pregunta.

Temo morir sin luz.

Temo dormir sin vida.



Akata-cabreo.

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