sábado, 26 de octubre de 2013

Respira



PERO ERA OTRA FORMA DE DECIR...


Me voy hundiendo en el agua, noto los pezones fríos. Hace mucho tiempo que pensé en la posibilidad de ahogarme, pero entonces, no podría volver a contemplar el cielo, y eso si sería insoportable. Hay partes de mi cuerpo que nunca se sumergen: mis ojos, las yemas de mis dedos, el contorno del corazón, las rodillas abruptas, ciertos huesos... Parece que quisieran respirar fuera del lago, que necesitasen la fuerza de estar entre dos mundos. Salvarme de la profundidad de hallarme a flote. Tomo la bocanada de aire más dulce que he sentido, y pienso que dijiste que no hay un sólo día en que no asistas a la crudeza de tu realidad, a la ascendencia de un error. "No hay ni un instante en que no me despierte y piense que la estoy cagando." Y a mi, ahora, me pasa exactamente lo mismo. En comunión con la naturaleza y su sencillez, en un estado tan único y salvaje, no puedo pensar en otra cosa cuando me despierto que no sea en la estupidez de estar en esta mierda que tu cagas. Con los brazos extendidos a placer, a través de un agua helada, medito: "No hay ni un sólo instante en que no quiera abandonar."

Pero aquí sigo, porque caer al fondo del lago no es una opción, porque equivocarse también implica seguir flotando...





SUICIDA 2.0

Porque no dejo de pensar en ahogarme.
Quizá me esté ahogando en este instante.
Por que la peor muerte
es para mi la asfixia. 

Quizá me esté muriendo sin garganta.

Porque no creo en la posibilidad del suicido
y, sin embargo,
a estas horas en el cuarto, 
ojalá pudiera destrozarme, 
llevarme conmigo algunas buenas palabras, 
las ideas, 
el tiempo que tuve de verdad,
que fue de verdad mío.

Destrozarme para saber lo que duele la vida, 
lo que de verdad duele la vida,
lo que de verdad
                                                 valen los besos.

Me gustaría estar cayendo ahora 
en un mar profundo de oscuridad ingrata.
Morirme, 
desaparecer al borde de cualquier acantilado.

Irlanda ya no espera a nadie. 
Irlanda ya no me espera.

Y toda esa fantasía, todos esos juicios preconcebidos 
de lo sucio y mentiroso,
todas las tardes rotas y estúpidas que pasé 
garabateando en un papel
un ascenso interminable
son astillas, 
son ceniza de plomo que no va a irse
nunca de mi pecho.

¿Y qué estoy haciendo sino es sangrarme en las costillas?
Clavándome el boligrafo en la espalda
por si brotase el silencio.

Necesito callarme. 
Necesito un espacio.

Porque le he dado al mundo
la imagen religiosa de mi desdicha,
la frase caprichosa de mi angustia: "Quiero escribir, mamá."

Una tragedia me delata. 

Quiero escribir con fuego 
en el océano negro de la noche, 
quiero brincar algunas líneas 
de luz impertinente. 
Quiero ser alguien para alguien. 
Soy alguien. 
Quiero ser alguien para mi, quiero ser alguien.
Quiero.

Porque sólo pienso 
en que el agua me arrastre y las olas me lleven
y un barco se sumerja conmigo para siempre. 

No contemplo la exactitud de un suicida,
pero hay que ser muy valiente para querer morirse en vida. 
Hay que ser muchas ruinas
para seguir viviendo.

Akata.

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