viernes, 27 de diciembre de 2013

Pero de escribir nadie puede salvarme


LA HISTORIA ESTÁ CANTADA

La historia es corta y rápida. Chico conoce a Chica en el instituto. Chico y Chica tienen muchas cosas en común. Chico y Chica se enamoran, pero Chico y Chica no acaban juntos. Pasa mucho tiempo. Chico y chica reculan, no reculan, se besan no se besan, se odian no se odian, se encuentran no se encuentran. Chico y Chica dejan de buscarse. Chico y Chica se recuerdan de memoria. Solo eso, de memoria. Chico y Chica se avistan una noche, Chico y Chica vuelven a la carga. Se besan, no se besan. Se llaman, no se llaman...Ya sabéis. Chico se larga. Chica no entiende. Chico vuelve. Chica tiene rabia. Chico y Chica son amigos, al fin. Chico se marcha. Chica no entiende. Chico le habla, Chica sospecha. Chico se queda un tiempo hasta descubrir que no puede quedarse demasiado. Chica se queda sola y se cabrea. Mucho, esta vez. Chico vuelve. Chica acepta. Chico huye de nuevo. Chica ya apenas si se altera. Chico y Chica en el tiempo. Chico y Chica sin conjunciones de nada. Chico se larga de nuevo...El resto es pasado, o futuro, me da lo mismo.


"No te eché de menos. El pasado no me vale para nada ahora. No te eché de menos cuando no estuviste. No tus ojos verdes, no tu mano abierta, no tus lágrimas de después del recreo de las doce. No. Eres la negación más clara de mi vida. Y no te eché. Nunca. Ni de menos.
¿Qué más podría decir? Lo que vivimos no se instala, se diluye en mi garganta como la saliva después de tragar grumosa soledad carnívora. Me da igual. Y no me da. Contigo los verbos se entrecruzan los domingos: acobardar, dudar, tender, oscurecer-se. Y sé, que no te eché de menos, porque ayer me dijiste tan callado, como ese mar que no  hemos visto nunca, que te largabas a prisa, sin noviembres, y  me dio por llorar como quien llora frente a un árbol aburrido, como el que entiende que jamás podrá gritar ante la muerte o salvarse de la vida sino es otro el que le observa y le hace alguien. Lloré, porque en mi tatuaje las líneas gastadas cobraron sentido; los Celtas hablan más fuerte dentro de mi que en todas las historias, diciendo en voz muy torpe, terca: La vida es una bruta repetición del mismo instante. No te eché de menos al sangrarme, no te eché de menos al perderme, no te eché de menos al reírme, al beber hasta matarme, al esconder mi alma en todas partes menos en el fondo de lo que alguna vez pude haber sido. No te eché de menos en las noches, en el techo, en la calma, en el momento, en el beso guarro a otro tipo cualquiera, en las palabras trabadas de mi angustia. No te eché de menos al vivir, al sentir, al respirar todo el aire que si me hubiera parado a pensar, llegaba a tu guarida desde casi el centro mismo de estos pulmones rojos y cascados. En definitiva, no te he echado de menos jamás. Pero esto no es lo triste de mi triste cuento de mierda y sobriedad. Verás, tú, ojos verdes más helados que mis años; lo realmente decadente y repulsivo, lo que de verdad hace mella y me conmueve, lo que me horada el pecho y lo perfora, no es que nunca te quisiera lo bastante como para no poder extrañarte en cada palmo, sino que no me quisieras lo suficiente como para dejar que yo pudiera, de cualquier forma humana y miserable , como a mi me diera la putísima gana, Echarte alguna de las veces.

No te he echado nunca porque siempre te me has adelantado. Y recuerda esto: El último muere siempre el primero. No te he echado de menos porque siempre me has echado de más."



Akata.

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