viernes, 9 de enero de 2015

"Toda la puta vida cambiando de dirección..."



"Ahora es tarde para lamentar mi vocación, vergüenza de escritora..."

Mírame, yo soy, yegua sedienta bramando entre las metáforas de mi rabia desarmada.
Mírame, escribiendo sobre ti como si hubieses sido un hombre libre
y yo una mujer libre,
y libremente nos hubiésemos un día conocido.

Mírame, triste a las cuatro de la noche escribiendo en la pizarra blanca de mi tiempo
todas las líneas de tus redes sociales.
Sintiendo la tentativa de pulsar un botón para hablar.
Los fantasmas no se van, ¿No es cierto?

Pero, ¿Se cierra una herida tan profunda cuando elige uno la herida?
Hablo de ti, que yo las heridas no las siento.
¿Podrás vivir sabiendo que ella existe?
Todo lo era ella y todo lo era él y
¿Se acabó?

¿Volviste a ser quién eras? ¿Quisiste alguna vez? ¿Y yo?
Pobre miserable larva amiga, escuchando las penas de los muertos de hambre,
olvidándome la vida en las mentiras, dejándome la sangre en la maleta,
volviendo peor siempre de los viajes.

¿De que me sirve llorar si nada cambia? ¿De qué me sirve, eh? ¿De qué me sirve?
Es verdad que mis heridas no se siente, porque mis heridas manan,
son tan grandes, tan ovíparas, tan puras,
que una supernova de dolor hace estallido
y ya no siento nada en absoluto.

Ruido blanco.

Los pájaros nocturnos y las aceras repletas de gente
abierta en canal enseñándome la muerte antes de tiempo.
Yo no quiero vivir en algún daño.
No quiero que el recuerdo yague mis locuras.
No quiero ser quién diga que Levantes.

Mírame, yegua blanca, vahído malsonante, necesidad insensible
plagada de silencio.
Mírame, joder, mira mis crines, en mi calma no te quedan recovecos.
Se larga la vida y, la derrota, apoyada en una tecla y sus opciones
me anuncia lo que alguien ya sabía

He sido un mar de tierra alzando sombras
a mi pequeña libertad buscando orillas.



D.F.



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