"Ahora es tarde para lamentar mi vocación, vergüenza de escritora..."
Mírame,
yo soy, yegua sedienta bramando entre las metáforas de mi rabia
desarmada.
Mírame,
escribiendo sobre ti como si hubieses sido un hombre libre
y yo
una mujer libre,
y
libremente nos hubiésemos un día conocido.
Mírame,
triste a las cuatro de la noche escribiendo en la pizarra blanca de
mi tiempo
todas
las líneas de tus redes sociales.
Sintiendo
la tentativa de pulsar un botón para hablar.
Los
fantasmas no se van, ¿No es cierto?
Pero,
¿Se cierra una herida tan profunda cuando elige uno la herida?
Hablo
de ti, que yo las heridas no las siento.
¿Podrás
vivir sabiendo que ella existe?
Todo
lo era ella y todo lo era él y
¿Se
acabó?
¿Volviste
a ser quién eras? ¿Quisiste alguna vez? ¿Y yo?
Pobre
miserable larva amiga, escuchando las penas de los muertos de hambre,
olvidándome
la vida en las mentiras, dejándome la sangre en la maleta,
volviendo
peor siempre de los viajes.
¿De
que me sirve llorar si nada cambia? ¿De qué me sirve, eh? ¿De qué
me sirve?
Es
verdad que mis heridas no se siente, porque mis heridas manan,
son
tan grandes, tan ovíparas, tan puras,
que
una supernova de dolor hace estallido
y ya
no siento nada en absoluto.
Ruido
blanco.
Los
pájaros nocturnos y las aceras repletas de gente
abierta
en canal enseñándome la muerte antes de tiempo.
Yo no
quiero vivir en algún daño.
No
quiero que el recuerdo yague mis locuras.
No
quiero ser quién diga que Levantes.
Mírame,
yegua blanca, vahído malsonante, necesidad insensible
plagada
de silencio.
Mírame,
joder, mira mis crines, en mi calma no te quedan recovecos.
Se
larga la vida y, la derrota, apoyada en una tecla y sus opciones
me
anuncia lo que alguien ya sabía
He sido un mar de tierra alzando sombras
a mi pequeña libertad buscando orillas.
He sido un mar de tierra alzando sombras
a mi pequeña libertad buscando orillas.
D.F.
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