domingo, 7 de agosto de 2011

Para quien odie soñar...


El pitido de una alarma te hace abrir los ojos, primero el derecho. Miras a tu alrededor, sigues en la cama, deshecha, desecha y aún feliz. Un televisor con canciones infantiles suena en la habitación.<<¿Tu madre está planchando?.- Te preguntas.-¿Canciones infantiles?>> Comienzo el horror.

Intentas incorporarte: imposible. Algo, tira de ti con tanta fuerza y presión que sólo puedes permanecer inmóvil, con los ojos bien cerrados. Notas como tus pupilas se mueven a la velocidad en que tus venas bombean. Da miedo estar preso de uno mismo. Zarandeas tu cuerpo a un lado y otro, como un trapo arrugado y sucio, pero lo único que consigues es desasirte de las mantas que te tapaban los pies. Relajate, ya lo sabes, es la única forma de entrar en ti para despetar.

Entonces, comienzas a hacer todos los ejercicios de relajación que uno suele practicar tras una jornada intensiva de deporte. Estás acojonada, te ha pasado mil veces,(lo de quedarte atrapada, lo de soñar que estás soñando, saber que estás soñando , saber que ya no sueñas pero que tu cuerpo sigue haciéndolo, todo en uno, como un ciclón, abordándo tu mente); ni la peor pesadilla sustituye la falta de aire que se tiene cuando no se tiene el control; y, aún así, siempre te pones histérica, no puedes mantener ningún timón, sólo la rabia de la repetición y la posibilidad de no despertar nunca se apoderan de esa mente en ebullición.

Has vuelto a entrar, sigues oyendo el televisor de fondo, con ese puñetero programa de niños que hace que tu corazón quiera explotar de angustia, y la cara de un famoso se acerca a tu rostro preguntando si aún estás dormida. <<¿Lo estoy?>>- te preguntas. ¡Vaya que si lo estás! Entonces, ¡Bum! Como un rayo, puntual, vuelves a despertar en ese estado de vigilia inamovible, en tu ataud particular¡Qué delicia!Ahora, en un acceso de pánico vivo, intentas gritar, con la esperanza de que tu madre lo oiga y te despierte, no hace mucho leiste por ahí que para despertar de la parálisis del sueño tienes dos opciones: o relajarte completamente hasta sumirte de nuevo en la fase REM, o pegar un brusco despegue a tu cuerpo con la esperanza de que este quiera responder. Siempre habías optado por la primera de las formas, la eficaz, pero hoy, no sabes por qué, no te ha dado la gana, te has puesto a hablar y...¡Oh!¡No tenías voz!Curiosa sensación, en menos de 5 minutos has experimentado lo que siente un paralítico y lo que siente un mudo. Estás acojonada, estás aterrada, destrozada por el miedo, pero tienes que salir, como sea.

Vuelves a tomar la respiración, lo intentas, aunque los nervios te están imposibilitando suavizar el ritmo cardíaco. Piensas por primera vez <<¿ Cabe la posibilidad de quedar atrapada en ese estado de la semiconsciencia?¿Podrás morir de un infarto ahí dentro, dentro de ti mismo, por ti mismo, por tu soberana estupidez limitada?>> Eso si da pavor, y los poros de tu piel lo han notado. Estás helada, intentas abrir los ojos, aunque sea un poco, pero es como si una tormenta de arena arremetiese contra tus párpado incesantemente. Tienes que lograrlo. Tienes que relajarte pero, parece ser que esta tarde es imposible. Así que vuelve a repetirse la angustia de despertar en ti.

Ya no aguantas, ya no importa, así que ¿ que más da? Morir dentro, morir en una cama, con 21 años, postrada, ¿que coño importará? Eso es lo que te repites sin parar. <>.
Es curioso porque en ese preciso instante, lo consigues de verdad, te relajas, crees que has perdido la batalla, así que dejas de luchar ¿Para que?
Lo que no sabes, es que, en esta guerra, cuando te rindes, has vencido.



DESPIERTA.

2 comentarios: