sábado, 14 de mayo de 2011

Encreater



__________________________________________________________________________________

Y es que, me he imaginado tantas veces contigo, que cuando al fin te tuve en frente sólo pude estar callada.





Me dirigí a la puerta con total decisión. El día había llegado, recibiría aquel diploma por el que tanto tiempo había estado peleando, mis esfuerzos finalmente serían recompensandos, todos los años de juventud encerrada entre las cuatro paredes de mi cuarto acabarían por llevarme a un despacho propio y el cargo más alto de una de las mayores empresas de comercio con el exterior de Murcia. Sería la primera mujer en sentarse sobre una silla de piel negra y dejar la marca de su trasero caliente diciendo: " hasta aquí somos capaces de llegar, estúpidos machistas".

El guardia de la puerta me saludó con efusividad, el cielo estaba despejado y en la calle se respiraban los mejores 35º que hubieran podido alcanzar las temperaturas en la húmeda ciudad. Mientras subía las escaleras y aferraba fuertemente mis manos por la varandilla de mármol, únicamente podía pensar en mis padres, en lo orgullosos que se sentirían en esos momentos,y en toda esa gente que no había creído en mi y me había llamado "llorona cobarde". También recordé a la perfección, como había dejado mi habitación esa misma mañana, segundos antes de salir del piso; una cama toda llena de ropas arrugadas y el plato repleto de migajas y leche derramada sobre la estantería. Estaba tan abstraída, que no me di cuenta de que alguien había estado llamándome incansable desde la otra punta del pasillo. Así pues, cuando finalmente me giré y vi a un hombre con bigote y corbata jadeando tras de mi, sólo pude esbozar una pequeña sonrisa.

- Disculpe, no le había oído. ¿Qué desea?
- ¿Es usted la señorita Alejandra Muñoz Blanco?.- dijo aquel hombre impecable con cierto acento germano.
- La misma, dígame.
- Verá, esto no es fácil de explicar.- se frotó las manos con nerviosismo.- ha habido un error. No es usted la persona que sacó la máxima nota en el examen oral ante el tribunal. De hecho, fue un hombre, del que, cómo comprenderá, no estoy capacitado para dar sus datos. Sin embargo, hubo un error en las decisiones del jurado y al escribir los nombres con los certificados acreditativos confundieron los papeles, no se la ha podido localizar hasta hoy. Y es una verdadera pena, pues insistimos constantemente en llamándola al móvil y al fijo que usted nos proporcionó.
Se que es una noticia triste, todo el consejo y el tribunal está apenado por lo ocurrido. Esperamos pueda perdonar las molestias.

Jamás en todos los años de vida habría podido albergar dentro de mi una sensación tan inefable y monstruosa. Quería vomitar, expulsar todo mi esqueleto por la boca,apretar fuerte las fosas nasales para que toda la grumosa masa gris de mi nariz reventase, como gotas de semen esparciéndose sobre el limpio suelo de piedra. Quería llorar y sangrar por las cuencas, y matar a aquel hombre que había destrozado mi felicidad en un instante.Quería chillar y con las cuerdas vocales hacer un nudo afilado y reventar los tímpanos a todo aquel tribunal que me había escuchado exponer el discurso de mi vida. "Ya Nunca podría hacer nada semejante a ese discurso".-jadeé en mi interior.-" Nunca". Y aquel hombre desconocido,aquel horrible señor que parecía un sargento de las SS, me estaban diciendo a la cara, que todo el esfuerzo y todo el daño, todas las horas de café y llanto en la almohada, no habían servido absolutamente para nada, para nada.Para nada.Nada.

Sin decir ni una palabra, asentí con la cabeza y bajé las escaleras con aquel remolino de sensaciones apoderándose de mi cerebro y envenenando mi cuerpo. Salí a la calle y el sol se había escondido, el guardia me miró con un gesto confuso que no supe interpretar. Recordé aquellas frías migajas mojadas en leche sobre la estantería azul. Recordé la ropa hortera y vetusta sobre la cama deshecha, y recordé a mis padres en el sofá, sonriendo, pensando en la alegría de haber creado un ser tan maravilloso, creyendo podrían morir en paz desde ese preciso momento.

Me senté abatida sobre un banco y esperé, no se a que, ni a quién, ni con qué pretensión, pero esperé. Esperé hasta que el cielo cobró un tono mate y las nubes se volvieron densas. La gente me miraba como si fuese otra de esas hormigas que escalan a lo alto de cualquier parte intentando encontrar alimento para sobrevivir a un duro invierno, pero a mi ya no me importaban, no veía el sentido de todo cuanto me rodeaba,las cosas parecían mustias, mustias como yo.

- Se le ha caido el anillo.- un chico de unos 18 años se encontraba frente a mi, extendiendo su brazo, con mi anillo entre los dedos.- Oiga, señ...perdone,¿se le ha caido esto?¿esto es suyo?

- Hammm...- únicamente asentí, y volví a colocar mi anillo en el dedo.

El sonrío, sonrío ampliamente, con una ristra de dientes algo torcidos que le daban un aire de niño malo de instituto. Era casi un infante para mi, que iba cruzar el umbral de la treintena, pero aquella criatura había venido para romper la desesperación que provoca la realidad, para hacerme comprender el sentido del cosmos. Y es que, me había imaginado tantas veces allí, ante una criatura así, que cuando al fin la tuve en frente sólo pude estar callada.

El muchacho sonrío una vez más, tal vez esperando una respuesta, tal vez advirtiendo en mis ojos la tristeza de la decepción, y después, echó un último vistazo a mi cara perpleja y se marchó calle abajo con el ceño fruncido. Durante unos segundos el mundo se había detenido para dotarme de una esperanza renovada, pero al marcharse aquel joven, la luz había vuelto a esfumarse. Me dije a mi misma que ya era el momento de volver a casa y afrontar la realidad, estaba acabada. Eché un vistazo más a la plaza del ayuntamiento y subí las escaleras de camino al coche, cuando de repente, escuché un silbido que provenía de mi espalda. Me giré instintivamente y allí estaba ese niño de instituto sonriéndome con sus enormes ojos marrones.

- No le había preguntado pero ¿quiere tomar un café?.- sus dientes apiñados formaron una semiluna perfecta.

- ¿No eres un poco pequeño para estar fuera de clase?

-¿ No es usted.- recalcó.- un poco mayor para estar horas y horas sentada en un banco sin hacer nada?¿No tiene una familia que alimentar?

¡Se estaba burlando de mi! ¡Un mocoso que aún no tendría ni el bachiller se estaba riendo de mi!¡y yo no hacía nada!

- Vete a tocarle las narices a alguna niña de tu clase, capullo.- dije dando media vuelta, dispuesta a olvidar toda la escena que estaba desarrollándose y de la que yo había empezado a formar parte.

- ¡Venga! No se cabreé...Sólo era una broma. Ya se nota que usted está jodida, no era mi intención empeorar eso. Sólo era un café, por que apuesto a que ninguno de los dos tenemos nada mejor que hacer ahora mismo.

Aquella última frase me dolió como un puñetazo en el estómago. Sin decir nada más, lo miré por última vez, y me fui al coche.


Mientras llegaba a la calle, una sensación incomoda me invadió. Lo atribuí a todo el estres que había ido acumulando los últimos días y seguí caminando.Cuando divisé mi coche, noté que la calle estaba especialmente tranquila, sólo podía oírse el sonido de mis tacones clavándose sobre el asfalto, un sonido hueco creando paréntesis en el silencio. Tomé las llaves del bolso lo más rápido que pude y cerrando los pestillos arranqué. "¿Desde cuando me había vuelto tan obsesa y miedosa? Allí no había nada, ni nadie. Todos los fantasmas estaban en mi mente." Respiré hondo en un intento por volver a la normalidad, cuando al sacar mi coche lo vi. Era el muchacho de instituto, pero su cara no era la misma. Tenía los ojos enmarcados en bolsas moradas y sus escleróticas se habían vuelto de un violeta líquido, de su boca semiabierta, una babilla espesa de color morado manchaba toda su ropa; y su sonrisa, su sonrisa era la cosa más atroz y espantosa que hubiera visto en mi vida, unos labios agrietados y desfigurados, danzaban al azar como arenas movedizas en un desierto de sangre. Y me sonreía a mi. El pánico me paralizó de inmediato y el coche se caló. Mi respiración se hizo entrecortada; no recuerdo nada de lo que pensé, ni nada de lo que sucedió en aquel momento,sólo se que lo último que advertí fueron son sus ojos, la mirada de un ser primigenio que intentaba devorarme el alma. Después, oscuridad.

jueves, 12 de mayo de 2011

Compañero del alma, compañero


En ocasiones, cuando no hay musas, las inspiraciones de otros alientan los momentos de hastío. Este poema es mi aliento esta noche.


Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.


Miguel Hernandez, elegía a Ramón Sige.

martes, 3 de mayo de 2011

Nos encontramos


Era más potente que una droga, como el ácido desgajando la piel,
dejando al descubierto los tendones blancos y relucientes.
Más, mucho más intenso que el orgasmo de una geisha,
o la caída libre desde el puente Millau.
Era como vivir en un constante vaivén de adrenalina,
pasión e idilio. Me pregunto quién cortaría la cuerda,
quién sin avisar nos vendería a un oscuro vacío de desengaños y desesperación.
El martes lo vi, iba con aquella camiseta color crema
que acababa por mancharse siempre en la zona del pecho,
ni siquiera el reloj marcaba las dos del mediodía,
pero nos encontramos.



Akata.

miércoles, 27 de abril de 2011

Pasiones


No hay realmente muchas pasiones en la vida, aunque a veces se confundan. Estas son las mías:


1.Comer
2. El sexo contigo
3. Ismael serrano
4. El deporte
5. El cine. Y ver mis películas preferidas una y otra y otra vez descubriendo siempre algo nuevo.
6.Llorar
7. Escribir
8. Amar



P.D: Alguna faltará seguro, pero es muy tarde.
P.D2: Los número no indican la prioridad.

Cuando no hay mucho que decir




DESTRUBIR

___________________________________________________________________________________
-" Tienes cara de ser una borracha".- Comentó Julio la primera noche que salíamos de fiesta por París.

- ¿Tanto se me nota?

- Es que me gusta observar a las personas.- dijo con una sonrisa resuelta, de victoria.

Y a mi, a mi también me gustaba analizar a los demás, observarlos hasta desgastarles la piel o encontrarles frescas heridas. En aquel viaje todavía no había sacado nada en claro de mis acompañantes. Loren, un muchacho de rastas oscuras y ojos azules, con piercings en todas las partes del cuerpo y la garganta muda, a veces me miraba muy serio y quieto, dejaba que el mundo frenase a nuestro alrededor para mirarnos, por que nunca decía nada; y allí descubría tal vez alguna que otra emoción parecida a la nostalgia, un instinto primigenio de hacer el amor a la vida como una enorme fiera libre. Y me escudriñaba con los dos mares profundos que tenía por ojos para que comprendiese sus licencias, sus desaires y sus soledades. Para que entiendiese un poco más aquel voto de silencio voluntario, y aquellos "palparlo todo". Era un personaje un tanto excéntrico.

Clara era todo lo contrario, se pasaba horas y horas hablando, nos contaba cualquier mínimo detalle, cualquier estúpido pensamiento que hubiera emergido de su brillante cerebro. Siempre estaba ideando formas de no estar parada, de no dejar que el tiempo ganase. En ocasiones, se agarraba fuerte a mi brazo y decía- Pierdes demasiado tiempo durmiendo. Deberías salir más, y venir conmigo. - pero yo no podía dormir cuatro horas al día¡ me resultaba imposible! Incluso a veces, me parecía increiblemente difícil soportar a aquellas rara avis con las que había decidido dejarlo todo y lanzarme a descubrir París.

Muchas noches, en las camas mullidas de las pensiones, sollozaba con mansedumbre, arrepintiéndome de aquella decisión que tan firmemente había tomado. Otras sonreía sin más, por estar en cualquier parte del globo relamiéndome los labios al haber hallado una nueva verdad por la que continuar susodicha aventura. Pero ese día, en ese bar, cuando Julio me miró y dijo que tenía cara de borracha, comprendí tanto de mi misma que hasta me asusté. Primero quise salir corriendo de allí, esconderme en cualquier esquina, acurrucarme como un cachorrito esperando el calor de sus hermanos, pero luego, luego me entró el pánico vacío , ese pánico que penetra fuerte, como un escalofrío subiendo por los huesos desde los dedos de los pies hasta la nuca, el pánico que de repente hace que no sientas nada, que no tengas nada en que pensar, como si nada hubiera sucedido antes ni después de ese momento. Como si no existieras. El pánico más horrible y pegajoso de todos los pánicos posibles. Un pánico que no podía arrancarme y que sólo sentía en aquellas ocasiones en que tenía que tomar decisiones irreversibles. Finalmente pude volver en mi y enfrentarme al acusador:

-¿ Tanto se me nota?.- aunque yo no le estaba preguntando por su afirmación. Yo iba más allá. Y cuando sonrió, supe que me había comprendido, comprendido y calado. Y que ya no estaba a salvo en ningún lugar. Que ya no podría huir de mis demonios ni a París, por que ellos me encontrarían. Supe desde ese momento que tenía que hacer algo¡ actuar! Antes de que Clara viniese como un ciclón y me arrastrase a su mundo de locura, antes de que Loren me mirase y quebrase las pocas fuerzas de las que disponía para hacer lo correcto.Antes del fin.

martes, 19 de abril de 2011

Dos palabras


Todo el mundo se empeña en buscar diferencias: que si este es negro, que si yo tengo un mayor vocabulario que fulano, que si el no está en la universidad, que si este viste así, que si mengana tiene más dinero que yo, que si esta no sabe hablar,que si este es musulman y yo soy budista, etc, etc, etc.
¿Porqué sólo buscaremos y observaremos en los demás las cosas que nos dividen?¿Porque no hallaremos, sin temor, las pequeñas cualidades que nos unen?¿ Aquello que nos permite reconocernos como iguales?Es decir, el tacto con otro ser humano, las sonrisas, la capacidad de expresarnos, las miradas, la locura de soñar, la intención de querer ser mejores siempre, los recuerdos, la reflexión. Todas esas cosas nos unen, nos hacen ser semejantes, como dos gotas de agua partiendo de la misma hoja hacia el inminente suelo, todos abocados a un mismo final, en un mismo trayecto por las líneas de la existencia. Deberíamos ser más tolerantes, yo la primera, pero deberíamos amar más a los demás por encontrarnos en ellos, y no despreciarlos por aquellas cosas que seguramente nosotros también poseamos pero no hayamos fomentado.

Encontremos la igualdad en un mundo entre iguales, y que las diferencias, si es que las hay, sólo sirvan para apreciar más al compañero y aprender. ¡Basta de tanto clasismo coño!

viernes, 15 de abril de 2011

Historias sin fuste ni fe


Me picaban los ojos, y el amor, y los ojos de nuevo. Hacía ya unos cuantos días en que las sábanas y yo nos habíamos hecho confidentes, no podía levantarme de aquella cama ni aunque me lo propusiese. Allí tenía todo cuanto necesitaba, una botella de vino que pretendía estar casi vacía, revistas de los años ochenta sobre música rock y drogas, y los sueños, que me mantenían alejada de la enorme pesadilla que era mi existencia. En aquel rincón del mundo nadie podría venir a perturbar mi tranquilidad, allí no era aquella niña asustada que había matado a su padre a sangre fría de once cuchilladas en la espalda. Allí únicamente era Tania, Tania la adolescente y alocada, Tania la revoltosa que se escondía tras las papeleras del instituto para dibujar graffitis en las paredes. Tania la estudiante extrovertida y con talento. En esa cama podía soñar que mi padre estaba vivo y que aún no había albergado todo aquel odio sobre su nombre. Soñaba que estabamos jugando a la ajedrez un día de lluvia en el salón de casa, y que el se reía con su enorme barba a lo Che guevara; y que yo intentaba comerme una de sus piezas mientras un trueno sonaba para hacerme tiritar.

Parece imposible, pero bajo las mantas no podía pensar en otra cosa que no fuera el silencio. Se que cometí un asesinato y que se supone que eso deja secuelas, pero yo estaba genial, estaba radiante con la botella de vino enjugando mis labios y las revistas de páginas ajadas. Me entregaría a la policía tarde o temprano, yo sabía que no podría estar eternamente allí escondida, sabía que debía pagar por lo que había hecho. Pese a mis gamberradas, era una niña ejemplar; no me metía con nadie y todos me adoraban, así que, mi sentido común, también excepcional, me decía que debía entregarme. Pero lo que no podía digerir mi colapsada mente era ¿cómo iba yo a explicarle a la policía por qué lo había hecho? ¡Iban a pensar que estaba loca! ¿Lo estaba? ¿Cómo podría contarles que, cuando era un infante, apenas una niñita de cinco años, estaba durmiendo en la cama de mama por que papa estaba de viaje y, mientras mama se echaba las cremas que la harían parecer veinte años más vieja, yo, con mi inocente manita de recién nacida pulse un botón y cambié de canal?¿ Cómo iba a explicarle que lo que vi hirió mi virgen corazón y perforó mi mente hasta convertirla en algo monstruoso y deforme?¿ Cómo decirle a un policía que maté a mi padre por que vi a un negro meter su enorme picha hasta la traquea de una rubia oxigenada que hincaba sus uñas de putón al sofa mientras gritaba que le diera por el culo? ¿Qué le iba a decir?¿ Qué pensé que ese negro hijo de puta le estaba haciendo daño a la blanca comepollas? ¿Y de verdad espero que ese hombre ante el que voy a dar testigo del desagradable asesinato se crea que he asesinado a mi padre sólo por que vi un video porno cuando tenía cuatro años por accidente? Por que mi madre era rubia y pensé.- <<¿le hará daño papá a mamá metiéndole algo que no le gusta?>>.-mientras veía ese video.¡Bah! Estaba condenada a la cárcel con total seguridad, pero aún no estaba preparada. Aún tenía que zanjar unos cuantos cabos sueltos por la ciudad, aún me quedaban un par días entre las sábanas sucias y las revistas de rock. Aún tenía que idear la forma de parecer cuerda.