lunes, 30 de noviembre de 2015

Y vosotros también para mi



RETRATOS- VENTURA

Me parece vulgar pensar en un polvo de días atrás mientras se está haciendo la lista de la compra.
Pareciera que, todo lo que alcanzase un sentido, dejase de tenerlo por completo: el amor, la pasión, el roce de dos cuerpos...De repente, la suciedad se me antoja el rasgo más amable. Los ruidos del edificio banalizan con extraño terror y éxito, aún más, las sustancias pasadas. Siento asco, repulsión, un estertor de vómito sediento.

Las cosas entonces ya no tienen vida para mi,

Me he convertido en un objeto.





Diana Forte.

jueves, 26 de noviembre de 2015



SUPONGO

Supongo que es así, el mundo seguirá, la suerte siempre convidará en la mesa con los mismos idiotas. Dedicaremos nuestro esfuerzo a estudiar el futuro, que no existe, a desentramar lo que nunca anda por escrito. Nos prepararán para conocer a algún que otro hijo de puta. Supongo, que nada cambiará. Los semáforos marcarán rojo cada vez que uno tenga prisa, y lloverá los martes de fiesta y los domingos de risa. Solo supongo.

Aunque también es cierto, que dentro de todas las bajezas, de esas mundanas cosas insufribles y aburridas, podremos deleitarnos con las vistas de ciudades antiguas, patios de recreos para nobles, acentos diferentes repletos de olores y surtidos de todo tipo de bellezas. Quizá pueda existir ese rincón en el mundo que lleve nuestro nombre y, quizá, lo descubramos antes de los treinta. Quizá el esfuerzo valga la vena y el sudor y todos los vacíos del camino, también. Quizá. Supongo que puede que el mundo haga conmigo -con nosotros, los que soñamos- una excepción para dar un sentido a las cosas que resbalan en las manos. Supongo, que en algún lugar está la clave para matar, qué digo, para obviar todo lo estúpido y simple del planeta

y centrarse en los sencillo.


Quién sabe, continúo el recorrido.


D. Forte

jueves, 29 de octubre de 2015



NADIE VUELVE NUNCA


De repente, todo el escenario que los envolvía cambió. La bulliciosa ciudad se convirtió en un mar azul de silencio. Los rostros, similares entre sí, tornaron su color natural a la palidez de un zafiro alumbrado por la luna. Las calles sucias, los puestos de comida aceitosa y chorreante, las luces de las farolas recién encendidas; todo se bañó de un halo azul mortecino. Aquel organismo vivo en constante cambio, se había trasformado en un cuadro de Van Gogh. 
Sintieron frío. Sintieron llanto. Sintieron la melancolía lamiendo todos los rincones de sus recuerdos compartidos mientras el sol añil moría entre los rascacielos; y sus brazos, los brazos de dos desconocidos que ahora tenían algo que contar, algo importante, se entrelazaban entre chaquetas y bolso y pañuelo y tristeza. Una mirada suplicante, una sonrisa a media mejilla y jamás volvieron a verse.

Aquella noche toda la habitación del hotel se transformó en un glaciar siniestro. Y él supo, desde ese mismo instante, que Tokio, cargada de cemento, poderosa, no podría nunca más volver a pintarse de otro color que no fuera el azul de las cosas efímeras. De las despedidas. De la realidad.


Nadie vuelve nunca de los viajes. 


Diana Forte.

martes, 6 de octubre de 2015

Me hubiera gustado que alguien me lo escribiera...





TIRANA LIBERTAD





Cuando yo dije: << Se libre>>, quería decir exáctamente: <<Se libre, piensa como siempre. Camina con esa liviana sencillez con que solías caminar cuando me conociste. Haz tus planes. Ve sola a conquistar el mundo. Ámate como deseas amarte, con ese miedo innato a estar equivocada. 
Cuando dije entonces "Se libre", yo no decía: << Busca a otro, arranca el beso de las bocas que te apremian. Cuando yo dije:<< Se libre>>, estaba entregando un trozo de mi alma a descubrirte, sabiendo que el daño seria certero e implacable. 

Yo tenía en mente ese momento en que tú me mirabas y cogías las maletas.- qué puta podías llegar a ser.- Y aun así, continuaba pensando: << Pero es ella. Así: terca, llena de pánico y vida, torcida y sin futuro. Ella. Con los árboles castrados dando vueltas en su lomo. Con el viento de las calles sucias de las grandes ciudades 
queriendo entrar por su nariz. Ella. Así: tranquila por fuera, aleteo de pájaros nocturnos dentro del pecho. Ella, tan cruel y dulce como una jeringuilla blanca con licor para soñar. >>

No puedo decir que no doliera, que la herida no se abra fuerte entre los domingos y recuerdos, sin embargo, se que mereció la pena. 
Porque cuando yo dije: <<Se libre>>, jamás te estaba dando permiso. Jamás. 
Cuando yo dije las palabras mágicas, solo quise decir "Te quiero, a mi manera, de la forma en que creo en las personas. De la única forma en que el hombre debería amar." 
Aún te bebo con los brazos abiertos y las palabras llenas de preguntas; dolores de cabeza, naturaleza insaciable...
 
Yo no era de esos capullos que te presentan sus honorarios y luego, al tercer mes, te ponen una esposa invisible entre el pecho y las manos para doblarte como un caballo herido a orillas del mar. 

Porque yo no dije: <<Se libre>> -con la intención de seguir la tradición ansiada- <<libre, pero mía>>. 
Yo te quería como se quiere a un libro, o al día o a la mismísima existencia. Por eso no entendí que esa mañana, te cortases las alas y decidieras saltar.  Estabas fría, semimuerta, apunto de abandonar las habitaciones donde habíamos rezado a Montero del revés. 

Porque cuando yo dije: <<Se libre>>

Nunca, 

bajo ningún concepto, 

imaginé que

tú 

no querrías volar.






D. Forte

martes, 29 de septiembre de 2015





LA VERDAD

Al mirarte
sentí un espasmo
Y toda la tierra derribó sus muros.
Pero tengo que contarlo, lo de los otros días
lo de las nubes oscuras al doblar la fuente
lo de la fuente muerta al pasar tu rostro
lo de mis letras vírgenes
de nuevo
al contemplarte.

He de ser honesta
porque creo que en la verdad
se esconde el origen de todos los poemas:
me hubiera gustado
no haberme fingido una mujer desconcertada
en los pasillos de colegios
que ya nadie llena con sus gritos.
Saber en qué aula se revelaban los besos
como las viejas fotos que
nos gustaba tocar
los últimos días en que pudimos aprender
a querernos.

Lo que quiero decir es
que vi tus ojos
y no entendí la trama
me confundí de gestos y otorgué los versos
a desnudar tus noches y devorar tus monstruos
inflamados
de otros miedos.

Sin embargo, ahora veo
que la llama
estaba en otra parte, en aquel hombre primigenio
y escandaloso que hablaba de
Copérnico sin saber su nombre.

Me olvidé del fuego.

Lo que quiero decir,
y que tú sepas,
aunque sea una verdad desalentada
aunque en la calle llueva y el verano
haya muerto
con tu acento
es que miré hacia el sur equivocado porque
realmente me hubiera gustado
saberte diferente, encendido, abstruso
papiro revolucionario.

Pero lo cierto, sin blancos y ovaciones,
es que ya había visto antes
del invierno
ese espasmo feroz

en otros ojos.

Me hubiera gustado no hacerlo.


Diana Forte.

domingo, 20 de septiembre de 2015

MATEMÁTICAS

MATEMÁTICAS


Una vez conocí a un chico en un bar,
tenía las palabras ágiles, oscuras,
su voz era un punzón de avispa en el pie de un niño
una mañana de verano.

Hablaba números, parecía exhausto,
pero todas sus drogas de diseño levantaban el cinismo
con que amaba entre los párpados
y después sonreía,
cansado, feliz por algo desatendido y olvidado.

Entendí el miedo en la mesa, la soledad de las familias desdichadas,
 las cervezas de los hombres que se mueren
sin haber conocido la verdadera tristeza del amor.

Me miraba tan serio, estupefacto, como si acabase de descubrir
un unicornio moribundo que pudiera ser salvado.
Y me destruyó con sus historias
de la mano al cine
del cine a la noche en que los pájaros
gritaban
y más fuerte, me quebró;
a nosotros, y nosotros gritábamos lloviendo el nombre
en la lengua de las aves.

Me hizo, aquel chico asustado y corredizo,
una piel sobre otra piel sobre otra piel
de llantos, y me pasé los días
llorando a puñetazos.

Qué gran idiota, hablando de follar sin mirar a los ojos
de pensar sin el peso de las manos,
de beber sin el trago final que nos descarna.

Me convirtió en el odio hacia todo lo que amaba,
hacia todas las ventanas sucias de la universidad y
sus futuros incompletos, hacia la libertad.

Yo conocí hace mucho, mucho tiempo,
a un chico en un bar.
Y ahora, que ha pasado el tiempo, los errores, las hojas de los árboles,
me estoy, de nuevo, convirtiendo en sus
palabras.- agujas de avispa en la tierna e inocente soledad.




Te quiero, monstruo, y no te quiero más.




Diana Forte.


viernes, 18 de septiembre de 2015






SEGUIR

Hace ya cuatro años entrené por primera vez para correr una media maratón. Siempre había hecho deporte, pero nunca un deporte tan sufrido y de resistencia como es este. Para conseguirlo, conté con la paciencia de mi padre, mi entrenador personal, que durante tres meses hizo a la par de motivador y sargento de hierro de una meta que yo no vi nunca muy clara, pero que él, ya experto en esto de las carreras de largas distancias, supo que podría terminar con esfuerzo y voluntad.

Pues bien, durante aquellos entrenamientos, para mi bastante duros según qué días, mi padre no únicamente se dedicaba a darme largas charlas sobre mi inconstancia y mi falta de disciplina, sino que en muchas ocasiones dijo cosas que aún hoy se vienen a la punta de mi lengua y mis ojos cada vez que paso momentos duros.

Recuerdo en concreto una mañana de abril que teníamos que hacer 14km. Era la primera vez que iba a hacer dicha distancia y, sinceramente, mi cuerpo aún seguía bailando en el bar de la noche anterior. Sin embargo, allí estábamos, la extraña pareja una vez más apretando firmes las cordoneras y las ganas.

Ya en la ida tuve que parar varias veces. El calor, la cabeza, la sed, las piernas, todo iba en mi contra. Recuerdo el momento exacto en que, cuando apenas nos quedaban 3km para llegar al 14, le dije a mi padre: "No puedo". Aquella frase no le gustó demasiado, pero aún así, con su paciencia marcial, me respondió calmado que me sentase y respirase y que, en unos minutos lo volviese a intentar. No obstante, en esos segundos, mi quejumbroso cuerpo solo pensaba en una cosa: "No. No, no, no, no y no". "No quiero sufrir más. Mi cuerpo no puede. No quiere. No quiero más." Así que, con la mente nula, volví a repetir a mi padre aquellas palabras que tanto le molestaban.

-Tenemos que volver. Tú vuelve andando si quieres. Nos vemos en casa.- dijo con la rabia típica de alguien que no entiende qué está sucediendo.

- Pues vale. Iré andando.- respondí enrabietada.- Es que no sé por qué te pones así.

Mi padre, sin decir nada más, salió corriendo en dirección contraria (todo ello después de haber alcanzado ambos los 14km) Yo, obcecada y sin fuerzas, vi como mi entrenador abandonaba cualquier esperanza de que pudiera regresar a su ritmo. Sin embargo, lo hice; jadeando como un animal moribundo, sudando y con los pies a 35º grados, pero lo hice. Metí un sprint y le alcancé.
Y fue en ese momento, cuando su cara cambió y empezó a contarme una historia...

-¿Sabes quién es Edurne Pasaban?.- preguntó mi padre con la vanidad que a veces da la experiencia.

-No, pero ahora mismo me da igual.- el corazón empezaba a subir a otras zonas de mi cuerpo muy lejanas del pecho.

-Pues no debería. Edurne Pasaban fue la primera española que coronó el Everest sin oxígeno y sola.

Silencio.

- ¿Y sabes qué? Leí por ahí que cuando estaba bajando de la cima, y todas sus fuerzas habían quedado en la llegada triunfal a la cumbre, tuvo que acampar. - mi padre hizo una pausa para mirar el reloj- Estaba sola, con síntomas de congelación, a 8.000 metros de altura y sin poder respirar bien. Todo su ser empezó a mandarle un mensaje claro y directo: "si desistes ahora, se acabará tu sufrimiento." Y durante unas horas, su deseo más ferviente fue morir. ¿Quién coño quiere morir, hija? ¿Conoces a alguien mentalmente sano que por propia voluntad desee morir? No. Pero allí, con la montaña hablando fuerte un idioma salvaje, desconocido y poderoso, con los elementos revoltosos e iracundos abriéndose paso en la eterna tarde hasta el cuerpo de un diminuto y tembloroso ser humano, ella deseo con todas sus fuerzas, con las pocas que le quedaban, morir.

-¿Y lo hizo? ¿Murió?.- De repente, había olvidado el sufrimiento y el dolor. Solo podía pensar en esa mujer valiente queriendo desaparecer de la faz de la tierra, anteponiendo su extinción al instinto de supervivencia, a la única cosa que hace que un ser humano se aferre a la vida de una forma irracional.

- No.- sonrió mi padre.- Claro que no murió, porque en ese último segundo, cuando ya se había despedido de todos sus familiares y seres queridos, cuando había dado por perdida la batalla entre ella y la naturaleza, un impulso irrefrenable la hizo levantarse. <<Tienes que bajar. Tienes que hacerlo. Puedes hacerlo.>>.- le dijo una voz más allá de su consciencia. Con los dedos congelados, las fuerzas al mínimo, y boqueando para poder respirar, dio un paso al frente, seguido de otro paso más que se incrustó en la nieve como un grito en la memoria, y continuó. Allí ella: sola, casi abatida y, pese a todo, luchando.

Los ojos se me llenaron de lágrimas.

- Te cuento esto porque 14km no son nada. No son nada comparados con el frío, con el miedo, con el sufrimiento, la altura, el vértigo, la falta de respiración, la propia aceptación de muerte de tu cuerpo. Siempre que quieras rendirte acuérdate de ella, y de sus ganas de dejar de luchar. Pero, especialmente, acuérdate de los momentos de después, en los que, finalmente, se levantó y siguió adelante hasta conseguirlo. No olvides que tu límite está donde tu mente decida.- sentenció mi padre, mientras señalaba una puerta a pocos metros de nosotros gritando.- ¡Por cierto, ya hemos llegado valiente!

- Gracias papá.- fue lo único que pude decir.

Desde aquel día, no ha habido ni un solo momento, en que no haya recurrido a aquella historia cuando he sentido que me faltaban las fuerzas. Porque yo sé, que Edurne Pasaban consiguió superar las barreras mentales y físicas hasta llegar a su objetivo, pero no todos los que, como ella, lo intentaron, tuvieron tanto valor y tanta suerte.

Por eso, hay que seguir hacia delante incluso cuando creemos que ya no podemos más. Hay que seguir por aquellos que realmente si hicieron algo extraordinario, algo sobrehumano. Por todos y cada uno de esos que murieron creyendo en seguir luchando hasta el final, en perseguir un sueño.
Por todos los que, como Edurne, lo consiguieron, y por todos los que descansan eternamente en el bello y estremecedor silencio de la montaña más grande del mundo.

Y sí, finalmente terminé la media maratón. Para muchos no es gran cosa, pero para mi fue algo casi inefable. ¿Y lo mejor? Llegar de la mano con mi padre a la meta y pensar <<Lo hemos hecho. Hemos conseguido superar nuestro sufrimiento. Me has enseñado que puedo realizar sueños extraordinarios>>.












Dedicado a todos los alpinistas que alguna vez coronaron el Everest, porque me han enseñado a engañar a mi mente y seguir luchando. Y a todos aquellos que, me enseñaron que, no siempre se termina, pero se pelea hasta el final. 1996.


Diana Forte.