jueves, 23 de enero de 2014

Épocas disléxicas

·Pero me di cuenta, por primera vez, y esto no está escrito para otras bocas, de que en realidad, lo que empezaba a cansarme ya no era yo misma y esta estúpida imposibilidad de autocontrol. A mi no me importaba ser quién era hoy. Lo que ya no podía soportar más era a los otros. Esos que de alguna manera siempre habían estado condicionando mi forma de mirarme. Qué ridiculez. Podría haberme devorado el tiburón más grande y habría seguido pensando que era culpa mía. Cómo me pesan los demás, y qué molestos me resultan. Cuando inquieren, cuando balan, cuando dicen qué... Qué molestos me resultan. Ya no me apetece agradarles más. Verás, ese es el problema. Ahí fue ni más ni menos cuando comenzó el problema. 

Cuando empecé a aceptar que yo era lo que era, y que ellos eran los que eran, y que así había sido durante todo este tiempo...


Akata.

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