lunes, 13 de enero de 2014

Un muerto encierras




Han venido a recordar al muerto. Todos estaban muy pálidos. Papá sorbía una cerveza caliente y miraba el sofá atestado de ancianos. Mamá sólo sonreía. Nunca la había visto sonreír tan fríamente. Parecía más muerta que yo que, con la piel azul mar, permanecía inmóvil contemplándoles desde esa otra parte que dicen que no existe.

Siempre quise saber quién vendría a mi funeral. Ahora únicamente deseo que se marchen. Hipócritas de mierda. La mayoría apenas si cruzó dos palabras conmigo. Otros ni siquiera me felicitaron el día en que me gradué. Da igual, qué debería importarle a un muerto lo que haya en el mundo. Aquí los sentimientos son extraños, extraordinarios. Todo se percibe con mas calma, como cuando quieres enfadarte sin tener razón, que al final respiras hondo y encuentras un rincón de paz que te hace evadirte de la rabia. Pues algo así.

Mi hermano está aquí. Vaya. Nunca hablé más de diez minutos con mi hermano.-qué idiotas- Teníamos miedo de mirarnos. Supongo que éramos vulnerables el uno con el otro, y eso impidió que nos abrazásemos o que nos apegásemos de más. Me alegra verle, sigue igual de gordo y serio. Cómo le quiero, joder.

Qué oscuro está todo aquí, pero qué silencioso. Eh, alguien me toca la mano. Anda, mira, es él. Él redimiéndose, él ocultando los ojos rojos, él cansado de tanto llorar...Llorar no importa en realidad cuando hay tanto dolor. Lo estoy viendo. Llora porque no puede mitigar el dolor de otra forma. Pero qué importa llorar cuando hay tanto dolor. Sé que encierra un muerto casi tan muerto como yo esta tarde. Qué cosas tiene la existencia... Unos contemplan su ascenso y caída, yo tuve el placer de contemplar mi funeral...

Y ahora, todos en círculo indio, se ponen a contar anécdotas sobre lo loca que estaba o lo buena persona que fui y el bien que hice a muchos de ellos. No fui tan perra, es verdad. Pero tampoco me comporté de las mejores formas posibles. Es cierto eso de que "Uno siempre puede ser una versión 2.0 de si mismo." Pero al fin y al cabo, somos lo que deseamos sin ser lo que somos jamás. Yo siempre esperaba convertirme en aquello que sería. Qué estupidez tan bruta. Ahora lo pienso y debo ser más ridícula que este cuerpo inerte que aun guarda en caliente mi conciencia. Viene Irene. Joder, Irene; de las pocas personas que voy a echar de menos allá donde me apague. Tan sigilosa, tan dulce y tan correcta. Tan efervescente a la vez y tan agradable. Tan todo y tan ella...Hablar nunca estuvo de más ante sus ojos. Daba igual lo que se pudiera decir, jamás se hablaba por hablar. Con ella no. En ella nunca. 

Ojalá pudiera contarles que todo está bien. Que la muerte es como tirarse en el sofá después de un día de trabajo y nada más. No pesa demasiado morir. Pesa más extrañar la vida a ratos. Pero siguen ahí, como si nada, alabando mentiras sobre mi. Sobre el ser humano que fui en ocasiones. Es bonito pensar que cuando ya no puedes hablar, otros hablarán de ti y, además, sólo dirán que te quisieron algún día en sus vidas. Se quedarán pensando que pudieron haberte saboreado un poco más. Papá bebe demasiado ahora. Mamá sonríe demasiado ahora. Yo sigo pensando tanto como siempre. Pero ya no oigo el ruido blanco de fondo. Me siento aliviada. Ya no hay molestias tras el frívolo cristal de la demencia. Les veo tal y como son: frágiles, sencillos, embusteros, dependientes, cálidos, humanos. Perfectos. Y antes de querer dormir un poco más, me alegro de esta tarde, de mi muerte, de la última que voy a tener antes de tirarme al sofá y ponerme la nueva de Clint Eastwood. Ojalá supieran que estoy bien, que aun guardo las resacas de todas las borracheras y las palabras de todos los gestos que nos regalamos. Ya no les odio tanto. Ya no son más hipócritas de lo que yo pude llegar a ser. La muerte tiene esa especie de toma de consciencia que nos humaniza, nos da humildad. Supongo que me estaré volviendo una blanda ahora que mi cuerpo está tan duro. Qué paradojas...

Pero, en fin, la muerte no está tan mal, aunque obviamente la vida es mejor. Así que si alguno de los que está mirándome vacía puede oírme, joder, que viva mucho y muy fuerte, que se reviente el pecho y haga todo cuanto quiera hacer y no se quedé ahí parado suplicando a una silla. Después de todo, va a tener una  vasta eternidad para verse la filmografía entera del maestro de los Western después del curro. Qué guapos estáis esta tarde, cabrones.


Akata.



1 comentario:

  1. Me gustaría tener la actitud de un muerto. Mi padre detesta la imperturbable impasibilidad que puedo acoger a veces ante sus insultos. Pero es más que la evasión de la ofensa, más que un ego en las trincheras. Otra sensación, análogo me nace en la natura, me tiro en el suelo, me pierdo pensando y sintiendo el viento y pienso: ojalá me muriera ahora, ojalá me viviera ahora, que la eternidad sea esto. Cuando no soy nada, no pienso, no sé, no distingo mi carne de la tierra, ni mi respiración del viento y se me viste una sonrisa y sé que soy feliz. Aunque ni lo sabes ni estás.

    Pero hay otro estado mental, más valioso, más jodido, que es la adopción de ese estado de piedad gélida del que mira al destino con amor. Mira (consciente).

    ResponderEliminar