viernes, 19 de noviembre de 2010

Haz algo, ponte y escribe.


La noche anterior a mi momento de lucidez mortal pensé " deja de pensar, entrégate al inconsciente y a ver que dicen los sueños". Y los sueños hablaron con la claridad de las estrellas en una noche al raso, me contaron que pese a todo seguiría caminando eternamente por el mundo, que mi muerte no sería un sinsentido sino una obra maestra que todos los seres humanos podrían contemplar. En la tela de morfeo explotaba como una supernova,me mojaba los pies en el agua helada de una piscina y me zambullía en el beso de unos ojos azules. Después la dulce dama con las facciones de una madre se acercaba y me decía que no volvería a ver más el sol y que mañana sería el último.

Recuerdo haberme despertado con la euforia del que sabe que no tiene nada que perder. ¿alguna vez se pueden sentir así las personas que tienen la falsa certeza de un largo recorrido?La respuesta es no; sólo cuando sabes con seguridad que morirás y que no hay tiempo, es cuando realmente no hay nada que perder.Así que me senté en la mesa de la cocina, me preparé un té hirviendo y esperé, esperé, esperé el sonido de las manecillas del reloj, el de los perros anunciando a la parca,el primer haz de luz del amanecer, esperé sin hacer nada, sonriendo a la muerte, sonriendo a la vida.

Cuando amaneció salí a la calle con tan sólo unas zapatillas de deporte arropando mi cuerpo. Fue entonces cuando pude contemplar las miradas de desaprobación de los transeúntes. En la calle, los 3 grados congelaban mis pechos y erizaban los pequeños pezones ante los ojos anhelantes de algunos viejos verdes que mascaban la lujuria con las manos. Esperé unos segundos hasta sentir el frío en cada uno de los poros de mi piel y después volé desnuda, salí corriendo calle abajo a toda prisa, como si así consiguiese más granos de arena para alargar aquel día " ganando a la muerte, que es lo que me gusta". Y seré sincera, me sentí como un animal, un águila o un tigre blanco que surca entre iguales de forma diferente las grandes avenidas, sentía el viento gélido sobre mi clítoris húmedo y me excitaba.


Para cuando llegué a la gran vía de la ciudad, la policía ya me había puesto las esposas y metido en un furgón policial. Al fin estaba realizando las cosas de mi lista, los 25 pensamientos podrían esperar, ¡Esto era el fin del mundo joder! Y yo me lo estaba tirando en un colchón sucio a pelo¡que sensación!

En comisaría me obligaron a darme una ducha de agua caliente y me dejaron algo de ropa en el suelo,acto seguido me metieron en una de esas salas en las que interrogan a los criminales y me hicieron una serie de preguntas similares a las que le hacen a los enfermos mentales,es decir,obviedades. Contesté con toda la cordura que pude, debía mantenerme libre, tenía que llevar a cabo las locuras de mi lista, no podía jugármelo todo únicamente con dobles parejas.

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